Se han divulgado en estos últimos días, en el comienzo de agosto, los resultados de sendas encuestas, una de Sigma 2 y otra del CIS, sobre la opinión de los españoles acerca del Gobierno y sus actuaciones. Sus datos no son esencialmente distintos ni distantes, aunque sí algunas interpretaciones periodísticas: ha dicho un diario que el PP ha reducido a sólo 3,4 puntos la delantera del PSOE, según el sondeo de Sigma 2, y ha señalado otro periódico que ha crecido casi un punto la ventaja del PSOE sobre el PP, hasta situar esa ventaja en 5,5 puntos, según el CIS.

Hay más modos de ver los mismos datos, como hace un tercer medio informativo, que destaca el hecho de que el PP ha recortado casi dos puntos la ventaja socialista con relación a julio de 2004, aunque también se refleja una cierta disminución en la intención del voto al PP. Parece que dos puntos más o menos a favor del partido gobernante son bien poca cosa a la distancia de dos años y medio para una nuevas elecciones generales en las que habrán de sustanciarse las distancias o ventajas reales. Entre tanto, casi todo es 'empate técnico' y tiempo para hacer méritos, y romper tales eventuales empates ante los ciudadanos.

En lo que coinciden más las encuestas es en la baja nota que siguen mereciendo los ministros, y en particular y por más señalar, las ministras del Gobierno. No terminan de superar el listón del cinco más allá de cinco miembros del Gobierno, y de ellas, únicamente la vicepresidente está en la cabeza de los clasificados-clasificadas. Las otras siete ministras están por debajo del cinco.

Hay algunos otros datos reveladores, en el mismo sondeo: como que la mayoría de los españoles cree que el mundo es menos seguro que hace diez años. Ni siquiera se matiza la cuestión y se aproxima más a nuestro tiempo, pero es seguro que los ciudadanos entienden que hoy el mundo es claramente menos seguro y tranquilizador que antes de la guerra de Bush-Blair y Aznar, los tres ilustres personajes de la foto de las Islas Azores.

Por cierto, que José Bono sigue resultando el ministro 'estrella' del actual Gobierno, calificado incluso por encima de los dos vicepresidentes y pese a algunas actitudes y declaraciones que dejan perplejos y confundidos a muchos ciudadanos. Su más reciente toma de posición es la que le hace decir que dimitirá si no se suben los sueldos un veinte por ciento a los militares. Un análisis somero del compromiso público y populista del titular de Defensa: es seguro que los militares, funcionarios del Estado, merecen y necesitan una elevación salarial, y su ministro es el más adecuado para recomendarla. Pero no se entiende qué sentido tiene hacerlo de manera pública, y a modo de reto para los restantes integrantes del Gobierno.

Si consigue esa elevación merecerá grandes elogios de sus subordinados de uniforme. ¿Y si el Gobierno no está en condiciones de proceder a esa elevación? Siempre habrá uno bueno, Bono, y unos perversos intolerantes, Zapatero y Solbes, probablemente, que no acceden a las reclamaciones más razonables. ¿Juega contra sus compañeros de Gobierno el ministro Bono, va por libre, pretende apuntarse él solito los triunfos para seguir en primera posición por si Zapatero pincha? Bono, callado en la tragedia de Guadalajara, hubiera hecho bien en seguir parco en palabras.