Apenas había aterrizado Yulimar Rojas de su triple vuelo, todavía no había confirmado el marcador ese récord mundial estratosférico, y ya bailaba Ana Peleteiro para recibirla con un abrazo recién sacudida de arena. La gallega había iniciado poco antes la celebración de su bronce. La venezolana tenía más que certificado el oro desde el primer salto. Pero ambas supieron enseguida que la magia de esos 15,67 instalaba su contienda olímpica en otra dimensión. “Se recordará y yo estaré ahí”, le agradecería después Peleteiro a Rojas, a quien siempre menciona como modelo. Otra muestra del ambiente que se ha creado en la burbuja que regenta Iván Pedroso, donde camaradería y competencia alcanzan una alquimia ideal. “Vamos a correr. ¡Celébralo, coño; disfrútalo!”, le gritó Peleteiro, ‘desfundiendo’ las carnes.

Pedroso lo contemplaba todo desde la grada, permitiéndose al fin un gesto de complacencia. Aunque vestido con el chándal de Venezuela, había ido repartiendo sus consejos entre sus dos pupilas. Peleteiro atribuye su memorable quinto salto a la exigente reclamación de su entrenador. El cubano ha creado una auténtica factoría de campeones en Guadalajara, donde decidió instalarse para que su mujer, asistente de vuelo, tuviese Barajas a mano. En la ciudad manchega puede añadir tranquilidad pastoril a su pedagogía. “Somos una familia”, resume Rojas. Alexis Copello, Nubia Soares o Nelsón Évora, pareja sentimental de Peleteiro, son otros miembros del clan.

Pedroso, por si no le hubiese saciado su propia gloria (triunfador en Sidney y en nueve mundiales), cumple objetivos vicarios a través de sus discípulas. Todos habían anticipado que Yulimar Rojas sucedería a Caterine Ibargüen en el reinado de la disciplina. Pero Pedroso había diseñado un “plan perfecto”, en sus palabras, que incluía el récord además del título y el podio de Peleteiro. Rojas respondió pulverizando por 17 centímetros la plusmarca que la ucraniana Inessa Kravets mantenía desde el 10 de agosto de 1995 en los Mundiales de Goteborg. “Me he quedado sin palabras. No puedo describir este sentimiento, este momento. Medalla de oro con récord olímpico y récord mundial... Una noche fantástica”, exclamó la venezolana ante la prensa internacional. “Sabía que tenía esa marca en mis piernas y que podía salir hoy. Estaba fallando un poco en la técnica, pero el último salto fue para darlo todo y así fue. Me concentré en dar lo mejor de mí misma, de disfrutar, y salió”.

Lo extraordinario es su facilidad aparente e incluso cierta imperfección en ese último intento. Pedroso ha elaborado ahora otro plan: empujar a Peleteiro más allá de los 15 metros y a Rojas por encima de los 16, cruzando fronteras que hasta hace poco se antojaban impenetrables. Ambas saben que la otra las estará esperando para abrazarla si lo consiguen. Y que Pedroso las observará desde la grada, insinuando una sonrisa. “Me sacó de la mierda”, reconoce Peleteiro, recordándolo como aquella luz que la rescató de sus años oscuros. Fue para indicarle la dirección del cielo.