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Triatlón

El doloroso último viaje olímpico de Gómez Noya

Gómez Noya, antes de comenzar la prueba Reuters

Gómez Noya no tendrá la gloria olímpica que merecía su colosal carrera. Tokio le deja otra cicatriz en el alma y en su ejemplar hoja de servicios al deporte. La cita japonesa se suma así a Pekín, cuando fue cuarto estando medio lesionado; y Río, a donde no llegó a presentarse por culpa de una caída unas semanas antes. En medio de esa secuencia dolorosa solo reluce la plata feliz de Londres, cuando en Hyde Park el triatlón escribió su episodio más hermoso con el duelo brutal de Gómez Noya contra los hermanos Brownlee.

El gallego descarta que las condiciones hayan afectado a su rendimiento: “He competido en situaciones más duras que éstas. No tenía energías”

En Tokio no hubo nada que hacer. Toda la planificación, casi científica, saltó por los aires desde el comienzo. Simplemente no era el día. El gallego se dejó la vida durante los últimos meses en Cozumel, entrenando a temperaturas extremas, con la idea de dar su mejor versión en un escenario muy complicado por el enrevesado circuito y por las condiciones de calor y humedad que se esperaban. Pero a la hora de la verdad las piernas dijeron que no. La cabeza empujó como en él es costumbre, pero no fue suficiente.

Gómez Noya en los últimos metros Reuters

Javi Gómez Noya vivió una odisea desde el comienzo de la prueba, siempre a contracorriente, salvando durante una hora situaciones delicadas para darse una oportunidad, para llegar a esos últimos diez kilómetros a pie junto al resto de aspirantes a las medallas. Y que luego su calidad y trabajo hiciesen el milagro. Pero no hubo tal. El grupo de jóvenes veinteañeros que llegan para adueñarse de esta modalidad demostraron estar varios puntos por encima de la generación que representan el gallego o Mario Mola, décimo clasificado, pero tan fuera de la carrera como su amigo y compañero de selección.

Blummenfelt celebra su victoria en Tokio Reuters

Las malas señales no tardaron en manifestarse en las cálidas aguas donde los participantes debía completar el tramo de natación. Un error de la organización obligó a un chapuzón extra a una parte de los triatletas (entre ellos Gómez Noya y Mario Mola) y cuando se dio la salida verdadera llovieron palos en el agua. Una batalla campal en toda regla. Acostumbrados a ver al gallego –uno de los mejores nadadores del circuito profesional– en las primeras posiciones, sorprendió su desaparición. Estuvo siempre fuera de foco, enredado en una lluvia de golpes y patadas que comenzaron a desgastarle en exceso.

A diferencia de muchas previsiones, más cautas, los aspirantes se lanzaron al agua dispuestos a imponer un ritmo feroz desde el principio. No hubo cautela ni calma en un grupo lleno de triatletas con ánimo de reventar la carrera desde el comienzo y a ser posible descartar a alguno de los favoritos. Vincent Louis, el último campeón del mundo, salió el primero del agua junto a ilustres como Schoeman o Jonathan Brownlee, valiente como acostumbra el clan familiar.

El gallego abandonó el mar de Tokio más allá del puesto cuarenta acompañado por Mario Mola y Fernando Alarza. Los tres españoles de la mano en lo que un optimista podría haber avistado una operación estratégica cuando se trataba realmente de una amenaza de descomunal naufragio. La situación era demasiado golosa para el primer grupo de triatletas que se encontró con la posibilidad de descartar de un golpe a todo el equipo español. Y por eso los veinte primeros kilómetros del ciclismo se disputaron a fuego. Tres grupos persiguiéndose entre sí. Gómez Noya, en el tercero, con una desventaja de cuarenta segundo con los primeros. Estaba claro que no iba a ser un segmento más, un tramo que permitiera relajarse, esconderse del viento y guardar fuerzas para la carrera a pie. La prueba fue una persecución desquiciante en un circuito estrecho, diseñado por un psicópata que obligaba continuamente a frenazos y acelerones. Mola y Gómez Noya se dejaron el alma en la tarea. Veinte kilómetros tardó en serenarse la situación cuando, después de instantes de enorme inquietud, los tres grupos se fundieron en uno. Los responsables del equipo español respiraron aliviados. Se abría una esperanza, pero la duda ahora era cuánta energía se habían dejado en ese trabajo.

Gómez Noya, antes de la salida Reuters

Nada más bajarse de la bicicleta se resolvieron las dudas. Un grupo con el noruego Blummenfelt, los ingleses Brownlee y Yee, el neozelandés Wilde, el francés Connix y el estadounidense McDowell salieron disparados tras calzarse las zapatillas. Por detrás ninguno de los españoles dio síntomas de mejoría. Corrían como si llevasen plomo en los tobillos y no el mono casi transparente, ligero como una pluma, que habían diseñado para la ocasión. A la hora de la verdad la ciencia sirvió de poco. No ayudó la ropa, ni las cintas para la cabeza destinadas a bajar la temperatura porque falló lo esencial: las piernas. Pronto se abrió un abismo entre el grupo de cabeza y la zona en la que se movía Gómez Noya. Sin noticias de su ligereza. Cada vez más pesado, con peor gesto, convencido de que su cuerpo ya no podía dar nada mejor. Sí mejoró Mario Mola en el último tramo para meterse entre los diez primeros, pero también muy lejos de la zona en la que debería moverse.

La carrera pronto quedó en manos de Blummenfelt, Yee y Wilde que fueron descolgando rivales con un ritmo cada vez más intenso. Hasta que al comienzo de la última vuelta se produjo el gran momento de la carrera. El noruego Blummenfelt cambió el ritmo y comenzó a patear el suelo con sus 77 kilos como si quisiese romper el asfalto. Es el hombre con menos cuerpo de triatleta de élite que se recuerda. Grande, musculado, poderoso. Tiene 27 años, pero aparenta cuarenta. Hizo su preparación en Sierra Nevada, como siempre. Durante meses estudió la posibilidad de instalarse en un lugar caluroso. Inspeccionó muchos como hizo el equipo de Gómez Noya, pero al final decidió repetir sus viejas rutinas. Entreno en altitud y bajar a competir sin preocuparse por el calor, la humedad o la temperatura del agua. Y eso hizo.

Alex Yee, el inglés ligero que parece no tocar el suelo, quiso resistirse al ataque del noruego, pero aguantó lo justo. El trolebús ya no se detuvo hasta meta para ganar el oro a lo grande y reivindicar el papel de Noruega en el triatlón. Yee y Wilde completaron el podio. Luego fueron llegando más ilustres. Así hasta el puesto veinticinco cuando Javi Gómez Noya hizo sus últimos metros en una final olímpica. Cargado de tristeza, de dolor, de rabia, pero también de grandeza.

“Simplemente el cuerpo no ha respondido”

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Gómez Noya y Alarza, saliendo de la prueba a nado Reuters

No es Gómez Noya la clase de deportista que tiene en mente una excusa y un pretexto en el bolsillo para lanzarlo ante cualquier eventualidad. Ayer dio muestras de ello nuevamente. Una vez culminado el desastre en Tokio, el ferrolano aseguró que el calor o la humedad no habían tenido incidencia en lo ocurrido: “He rendido bien entrenando en condiciones más duras que éstas. No han sido un factor decisivo, más de lo que pueden ser para todo el mundo. Simplemente, el cuerpo no ha respondido. No tenía energías desde el principio. En el agua he ido mal, y en la bici luché todo lo que pude por meterme en carrera, lo conseguimos, pero luego corriendo el cuerpo no respondió”, explicó junto al resto de triatletas españoles.

El gallego pese a todo no ocultaba su tristeza por lo sucedido: “Estoy frustrado por esta carrera. Pero, si tengo que valorar mi trayectoria deportiva, por supuesto que ha sido brillante, en general, con momentos mejores y peores. Yo ya tengo una medalla olímpica, tengo mundiales.... Pero los deportistas vivimos mucho del presente, y estoy muy frustrado. No solo por el resultado de hoy [por ayer en España], sino por todo el trabajo que hice para llegar hasta aquí, que había sido muy duro y era para hacerlo mejor. Pero no ha salido”. Para el ferrolano, que admitió que ahora se centrará en la larga distancia, “cuando trabajas tanto y tan duro para un objetivo y no te sale bien el día de la carrera, es frustrante. Pero igual que hay que saber gestionar bien las victorias, hay que gestionar bien las derrotas. No he respondido, quería haber hecho mucha mejor carrera, pero esto es lo que tenía esta vez”.

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