El futuro es una página en blanco aún por escribir y todavía está por ver que pasará después de Río 2016. Pero si hay algo que todo el mundo intuye es que la participación de Teresa Portela en las Olimpiadas brasileñas cierra un ciclo difícilmente repetible en el deporte cangués y, por extensión, en el gallego y nacional. Tres deportistas surgidos de un mismo ámbito - la ría de Aldán-O Hío-, formados en un mismo deporte como el piragüismo y que han colocado a Cangas en el mapa internacional a base de medallas olímpicas, en Mundiales y Campeonatos de Europa. David Cal, Carlos Pérez "Perucho" y Teresa Portela, a la que los Juegos Olímpicos le siguen debiendo una medalla.

"Viene gente joven con cualidades y que empieza a despuntar, pero hace falta sacrificio para llegar a donde ellos han llegado y de eso no se ve", explican desde el Club de Mar Ría de Aldán, donde "Teri", como la conocen cariñosamente entró con apenas diez años de edad. Ni siquiera cuando se casó con David Mascato, también expalista olímpico y se fue a vivir a O Grove, dejó de pertenecer al Club de Mar Ría de Aldán.

Estos días se hablaba mucho del gran mérito de uno de los grandes del deporte español, Juan Carlos Navarro, que con la selección disputa sus quintos Juegos Olímpicos. El piragüismo no es un deporte tan mediático y parece que se olvida que Teresa Portela también forma parte de ese selecto club con cinco participaciones olímpicas: Sidney, Atenas, Pekín, Londres y Río. El ejemplo de ese sacrificio sin límites y afán de superación.

Todo ello estuvo a punto de cambiar de manera drástica hace ahora diez años. La joven de rostro amable y de voz dulce que parecía imposible que se enfadase se enfadó. Y mucho. Tanto que estuvo muy cerca de dejar el piragüismo. En julio de 2006, al regreso del Campeonato de Europa disputado en Racice (República Checa), Teresa Portela abandonó la concentración de la selección nacional en Trasona y se volvió a Aldán. La palista explotó contra la actitud del entonces seleccionador nacional del equipo de canoas y damas, Suso Morlán. La figura del técnico había salido tremendamente reforzada después de las dos medallas de David Cal en Atenas, pero entonces Portela estalló. "Ya no puedo más. Desde el año pasado me ha estado machacando, siempre poniendo en tela de juicio mis resultados y desmereciendo las clasificaciones en los 200 metros porque no era una distancia olímpica", contaba en aquel entonces a FARO. La Federación Española de Piragüismo logró reconducir la situación, asignó otro entrenador y la deportista de Aldán regresó a la selección nacional.

El palmarés de Teresa Portela impresiona. Catorce medallas en Campeonatos del Mundo y hasta diecisiete en Campeonatos de Europa. El último de esos metales fue un bronce hace un año en el Mundial de Milán, un resultado que le permitió sacarse el billete para Río. Porque esa es la espinita que le queda clavada a la palista de Aldán: la medalla olímpica. Quizás su gran desgracia sea que el K-1 200 metros pasó a ser distancia olímpica muy tarde, en los Juegos de Londres 2012. Ella siempre fue una gran velocista, explosiva en la salida y jamás de dejó de entrenarse en la distancia de los 200 metros.

En los Juegos de Londres, con 30 años, Teresa Portela rozó con la yema de los dedos los metales. Una mala salida, en la que influyó que no escuchase el pistoletazo de salida, le hizo perder un tiempo precioso. La diferencia entre ser cuarta o haberse subido al ansiado podio.

Después de Londres llegó la maternidad y la pequeña Naira, pero entonces la de Cangas volvió a demostrar su ambición y el deseo de cumplir con su sueño olímpico. Siguió entrenándose hasta los siete meses de embarazo, una manera de no perder el feeling con el kayak, y apenas año y medio de haber dado a luz lograba la medalla de bronce en el Mundial de Milán que la conducía a sus quintos Juegos Olímpicos.

"No hay gente, y menos en mujeres, con el potencial físico y con la capacidad de sacrificio de Teresa. Sin esas ganas y sin ese sacrificio no vas a ningún lado", apuntan los que auguran una larga travesía en el desierto después del mayor ciclo de éxitos del piragüismo español. Un ciclo en el que la ría de Aldán tuvo mucho que ver.