Se podría decir que 'The Boys', esa visión ácida del universo superheroico y su lugar en nuestra cultura, ha acabado convertida en otro ejemplo de algo que, en principio, había venido a poner en tela de juicio: la franquicia como único modelo proliferante en el paisaje audiovisual. Del éxito sorpresa de Prime Video han salido ya una webserie en forma de falso noticiario ('Seven on 7'), una antología de animación ('Diabolical') o una incursión al parecer fallida en los videojuegos (en colaboración con la saga 'Call of duty').

Da que pensar y criticar, pero el nuevo 'spin-off' de imagen real 'Generación V' (Prime Video, estreno el viernes, día 29, con triple episodio) nos recuerda que dos cosas contradictorias pueden ser verdad al mismo tiempo: así es, los chicos de 'The Boys' siguen buscando dinero fácil y rápido, pero al menos con integridad e imaginación. 

Universidad (súper)exclusiva

En 'Generación V' encontramos todo lo que definió a 'The Boys', desde el equilibrio entre sátira y emoción sincera hasta las imágenes de choque, solo que trasladado al contexto de un drama estudiantil. La serie se desarrolla en la selecta universidad Godolkin, donde desde 1965 los jóvenes con poderes (o, bueno, dopados por sus padres para tenerlos) se entrenan para formar parte de la próxima generación de héroes. Todos quieren llegar a proteger alguna ciudad o, ya puestos a soñar, pasar a formar parte de Los Siete, pero la mayoría se han de conformar con cantar, bailar y vender productos de Vought, el todopoderoso e invasivo conglomerado que comercializa a los súpers. 

Nuestra cicerona en esta región del mundo 'The Boys' es Marie (Jaz Sinclair), joven bastante privada con la capacidad de convertir su propia sangre en arma arrojadiza. Su sueño, o mejor, su necesidad vital y existencial, es entrar a formar parte de la Escuela de Lucha contra el Crimen de Rich 'Brink' Brinkerhoff (Clancy Brown, siempre con aspecto de poco fiable), antiguo instructor de celebridades como A-Tren, Reina Maeve y Profundo. 

Aunque personajes populares hacen acto de aparición, 'Generación V' es ante todo un intento de crear nuevos mitos. Marie comparte habitación con Emma (Lizze Broadway), también conocida como la diminuta 'influencer' Little Cricket, o la Ant-Girl de todo esto. Emma adora a Luke (Patrick Schwarzenegger), alias Golden Boy, capaz de prender fuego a su cuerpo y con ello hacer arder metafóricamente el de otros. Pero Luke tiene una novia, Cate (Maddie Phillips), a la que se debe tener miedo: puede obligarte a hacer lo que ella quiere con solo un roce de la mano. El mejor amigo de Luke es Andre (Chance Perdomo), estudiante de poderes magnéticos que se convertirá en el famoso superhéroe Polarity en cuanto su padre se jubile. 

Pero el nepotismo no es el mayor problema en este centro. Después de un incidente que pudo ser aún peor de no ser por el personaje bigénero Jordan Li (London Thor y Derek Luh), Marie se decide a investigar las esquinas más oscuras de Godolkin y saber qué clase de pruebas no aparecen en el currículo oficial. 

Sátira de la obsesión digital

En el fondo y no tan en el fondo, 'Generación V' es un drama estudiantil como tantos otros, con sus búsquedas iniciáticas, su exploración de las jerarquías sociales, su sexo y sus drogas. Todo eso se magnifica y subvierte gracias a los superpoderes, a menudo metáfora exaltada de cuestiones bien humanas. Esto es un poco 'Euphoria' con explosiones no tan solo dramáticas.

Al igual que en 'The Boys', el equipo de guionistas y productores (muchos de ellos repetidores) hace sorna de la ubicuidad de Marvel en nuestra cultura: aunque 'Bruja Escarlata y Visión' estuviera muy bien, no puede dejar de hacer gracia esa broma sobre la pedantería con que se nos tratan de vender una y otra vez las estructuras más manidas. Tampoco faltan chistes ácidos sobre las políticas de Hollywood en la era posMeToo. Pero se hace hincapié, sobre todo, en los peores ángulos de nuestra adicción a Internet: el selfi (con brazo elástico en lugar de palo) como performance de la identidad o la tristeza de necesitar el 'like' para gustarse a uno mismo