El Baixo Miño hace realidad el antiguo dicho de que “en la variedad, está el gusto”. Estas tierras del extremo del suroeste gallego están bañadas por el río Miño, abarcan su desembocadura en el Océano Atlántico que rompe con toda su fuerza contra las costas baixomiñotas. Esta comarca singular y fronteriza está formada por los municipios de Tui, Tomiño, O Rosal, A Guarda y Oia. Cada uno con su peculiaridad y atractivo, con sus tradiciones y gastronomía, que es uno de los puntos fuertes que atraen a los visitantes.

Una nueva guía turística, editada por la Mancomunidade de Municipios do Baixo Miño, describe con claridad y precisión todo aquello que el forastero necesita saber.

-Deporte es sinónimo de diversión y una opción de ocio que abarca desde el remo, piragüismo y navegación, con puerto deportivo en Tui. Se practica la equitación y senderismo, además de todos los típicos de playa y el monte.

-Playas hermosas, de arena clara y suave, son las de A Guarda, dos de ellas lucieron “Bandera azul” en el verano pasado. También las hay fluviales, como la de Goián y la de Tui que enlaza con el paseo fluvial a orillas del Miño, un río que en esta zona tiene hermosas islas con abundante vegetación que son un refugio para la fauna.

-Senderos proliferan en la comarca, como el que comunica Tui con Caldelas. Hay además rutas distintas para recorrer el Parque Natural Monte Aloia que, junto al Monte de Santa Trega, son dos admirables miradores y puntos de referencia turística, especialmente el Trega, desde donde se admira la unión del Miño con el océano. O Rosal mantiene la Ruta de los molinos de Folón y Picón y hay el sendero de pescadores desde Eiras hasta el Aula de la Naturaleza de As Aceñas. A Guarda posee la senda litoral de la desembocadura del Miño, que comunica el puerto con la playa de O Muíño, y la ruta de las cetáreas.

-Gastronomía selecta, de gran calidad y variedad, asegura la satisfacción del comensal en estas tierras. Desde todos los productos del mar, hasta carnes y pescados de río, son verdaderas delicias para los paladares más exigentes. Hay fiestas que ensalzan algunos de estos productos, a los que se suman los postres y frutos, como el kiwi, cultivado en tierras tomiñesas.