Dirigida por los hermanos Cameron y Colin Cairnes, 'El último Late Night' es una de las últimas sensaciones del cine de terror. Tiene sentido. Más allá del runrún a favor en festivales, y más allá de su espectacular campaña promocional (no por cara, sino por estilosa), era imposible que los fans del terror no se rindieran al encanto de una película de terror como esta. Una película que va por libre, que se toma en serio a sí misma sin resultar soberbia, sin perder su sentido lúdico, que nos recuerda la importancia en el cine de terror de la puesta en escena, del ritmo y de la capacidad de crear un universo con sus propias reglas.

Claramente influida por la británica 'Ghostwatch' (1992), 'El último Late Night' simula la emisión en directo de un late night en Halloween de 1977. Su presentador será capaz de hacer cualquier cosa para subir la audiencia, incluso invocar al diablo. Es una película con sus desajustes. Al poner tan rápido sus cartas sobre la mesa, a ratos se estanca y flaquea de ritmo. Y las escenas entre bambalinas estorban más que aportan. Pero los Cairnes disimulan esas fallas con una recreación deslumbrante de esos programas de los 70 (como ejercicio de estilo, 'El último Late Night' es incontestable), una confianza total en el rostro y la voz de David Dastmalchian, monumental en la piel del protagonista, y varias escenas de horror tan bien diseñadas como ejecutadas (sin perder de vista los códigos televisivos que la película simula).