Javier D’Ors, un profesor que ha dejado huella

Adiós a un docente que marcó a cientos de alumnos de Derecho de la USC

Javier D’Ors, un profesor que ha dejado huella

Javier D’Ors, un profesor que ha dejado huella

Rebeca Fariña Fariña

Estas letras quieren ser el eco del sentir de cientos de alumnos que, a lo largo de las décadas, han ido pasando por la Facultad de Derecho de la USC. Desde unos días, se agolpan en mi mente multitud de recuerdos gratos, conversaciones y consejos certeros, un agradecimiento infinito y el dolor de corazón.

Recuerdo aquellas clases de primera hora de la mañana, con el Aula Magna a rebosar (escaleras incluidas), en que hacías desfilar ante nosotros a Ticio, Cayo y Sempronio y al esclavo Estico (¡finalmente, manumitido!), quienes, a lo largo del cuatrimestre, iban concluyendo distintos tipos de contratos y protagonizando diversos y variados entuertos jurídicos.

Allí aprendimos que la justicia consiste en dar a cada uno lo suyo y que lo justo se decide en el caso concreto; nos encontramos, por primera vez, con los conceptos jurídicos básicos que habríamos de utilizar en los años venideros y comenzamos a adentrarnos en el apasionante mundo del ars boni et aequi. Día a día, ibas construyendo con maestría, auctoritas, claridad, humanidad, elegancia y rigor, los mimbres de nuestra formación jurídica.

Quien cruzaba el umbral de tus clases, sabía que el aprobado no era tarea fácil, pero también era conocedor de la excelencia del profesor. Y quien es excelente enseñando ¿no puede, acaso, poner el listón alto a aquel a quien enseña? Creo que sí. Llamaba la atención el trato afable y cordial que mantenías con tus alumnos a quienes no tenías inconveniente en considerar como interlocutores válidos para conversar sobre cuestiones de Derecho, de temas de actualidad o de la vida misma.

Recuerdo también tu preocupación porque cada uno contase con las herramientas necesarias (desde un buen horario, hasta el descanso) para poder sacar adelante no solo la asignatura de Romano, sino el conjunto de los estudios de la carrera. Y nos dejaba perplejos que, además de saber nuestros nombres (cosa que, de por sí, era una proeza), pudieses también reconocer nuestras caligrafías. Cada alumno no era “uno más”; sino alguien con nombre, apellidos, ¡caligrafía propia!, circunstancias y bagaje personal.

Eres un profesor que ha dejado huella. Una huella de sabiduría, de buen hacer, de profesionalidad, de discreción, de humildad, de servicio y de cariño. Se cuenta que Álvaro d’Ors concluyó su última clase, en el año 1989, con el siguiente lema: “Vales si amas; amas, si sirves; sirves, si vales”.

Tú, querido Javier, has servido al oficio universitario y lo has amado. En este legado y en nuestros corazones, seguirás viviendo siempre.