El rey emérito se interesa por el chuletón de Moaña

Juan Carlos I comió en Taberna A de Lino, en A Fraga, con un grupo de amigos y degustó las especialidades de “El hombre que pasea las carnes”

El rey Juan Carlos, con Lino Fervenza (dcha.) y su mujer Lorena Durán. Abajo, en Sanxenxo, en un barco auxiliar.
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El rey Juan Carlos, con Lino Fervenza (dcha.) y su mujer Lorena Durán. Abajo, en Sanxenxo, en un barco auxiliar. | // FDV / A.D. BRIÑAS / Cristina G. / N. Davila

Cristina G. / N. Davila

Una semana antes, Lino Fervenza había recibido la llamada de unos clientes de Vigo, habituales de la Taberna A de Lino, haciendo una reserva de una mesa para seis y otra para dos para comer carne el jueves. Nada hacía presagiar al “hombre que pasea las carnes” por los montes de A Fraga de Moaña que uno de esos comensales sería el mismo rey emérito Juan Carlos I, que desde el martes está de nuevo en Sanxenxo, con ansias de navegar y competir en su “Bribón”. Pero mientras el tiempo no acompaña disfruta de salidas gastronómicas, como el miércoles a O Grove y el jueves a Moaña.

El despliegue grande de coches con el que el grupo que hizo la reserva llegaba al restaurante de A Fraga, ya hizo alertar al sumiller de la carne de que algo pasaba y nada más acercarse la primera persona ya fue informado de que llegaba el rey emérito.

De los nervios del primer momento, Lino Fervenza y su mujer Lorena Durán, pasaron después a la tranquilidad de estar con una persona “de lo más normal, cercana y muy interesada por el chuletón de Moaña y de lo que era el ‘hombre que pasea las carnes’”, esa figura entre la realidad y la ficción que ha creado Lino Fervenza para promocionar las carnes que sirve en su restaurante y que le ha hecho valer la inclusión del local entre los recomendados en la guía Repsol. “Creo que todo le pareció espectacular”, asegura el sumiller de la carne que sació los paladares del rey emérito y su grupo con algunas de sus especialidades como carpaccio de buey, cecina de wagyu y el famoso chuletón de Moaña, de raza limiana.

Lino Fervenza está intentando recuperar la memoria de la chuleta de Moaña, que en su momento creó marca y figuraba en las cartas de muchos restaurantes de calidad del país. Lino Fervenza reconoce que en Moaña ya no queda una sola vaca, quizás algún ternero que crían una o dos familias; fue desapareciendo aquel ganado que se alimentaba en pastos junto al mar y que dio tanta fama a la chuleta de Moaña que, sin embargo, sigue viva como marca y él intenta que no muera. Como chuleta de Moaña en su local garantiza que sólo se trata de razas de vaca gallega.

El rey emérito (centro) con Lino Fervenza (dcha) y su mujer en una foto con el parrilero del local y amigos del restaurador Jorge Viéitez y la actriz Natalia Khod.

El rey emérito (centro) con Lino Fervenza (dcha) y su mujer en una foto con el parrilero del local y amigos del restaurador Jorge Viéitez y la actriz Natalia Khod. / Fdv

El rey emérito reconoció a Lino Fervenza que él había escuchado lo de la chuleta de Moaña y este le explicó la historia de “El hombre que pasea las carnes”, que fue una creación suya cuando dio el cambio al local, que nació en 1996 como tapería, para especializarse en las carnes. “Me hice la reflexión de que si A Fraga es un lugar único al que invito a pasear, a su poza de la fertilidad, al árbol de los deseos que abrazas, al mirador de secuoyas... la carne también tiene que estar ahí y así empecé a pasearla, creando marca”. Hace solo unos días hizo lo mismo con dos piezas de chuletón que paseó hasta el Sireno, en Vigo, por la similitud de la escultura entre la realidad y la ficción como es la figura creada por Lino Fervenza.

El “hombre que pasea la carne” ya se vende también en dos vinos de Rioja de la bodega Viña y Jalba y también tiene dorada y lubina enlatada en aceite de oliva que elabora una fábrica de conservas de Vilagarcía.

El rey emérito se interesa por el chuletón de Moaña

El rey emérito se interesa por el chuletón de Moaña / Cristina G. / N. Davila

Es el espíritu innovador de Lino Fervenza que reconoce que no teme estar bajo la lupa, sobre todo después de la visita del rey emérito que “te pone en el mapa”. Sus más de veinte años de futbolista profesional, como portero en el Pontevedra, Hospitalet (filial del Español), Logroñés y en Ávila le han generado callo, como también su etapa de comercial como representante de casas de madera de Finlandia e Italia. Estos trabajos los compaginó con el de la hostelería en este local, en donde ya cocinaba su madre, hasta que optó por dar el salto a la especialidad de las carnes, formándose en un curso de sumilleres de carnes en Italia, y dedicarse en exclusiva al oficio desde hace siete años junto a su mujer Lorena Durán, cheff.

Esta nueva visita del rey emérito a Galicia es la tercera de este año para participar en Sanxenxo, en donde siempre se aloja en la casa de su amigo y patrón Pedro Campos, en las regatas de la clase 6 Metros. De las cinco regatas disputadas de la Liga Española de esta modalidad en 2024, Juan Carlos I sólo ha podido participar en una sola, a los mandos del “Bribón”, a mediados de marzo. Un resfriado impidió su salida al mar en su visita de abril y en la primera serie de la de este fin de semana, disputada ayer, sólo pudo ver la “faena desde la barrera”.

Embarcó con su anfitrión Pedro Campos en un barco auxiliar para seguir las evoluciones de la competición en la ría, aunque sin patronear el “Bribón”. Pero aún dispone de dos jornadas, hoy y mañana para patronear el velero.

Juan Carlos I llegó a Sanxenxo el martes, procedente de Ginebra. Aterrizó en Lavacolla, por el cierre de Peinador por obras, y se aloja como siempre en la casa de Nanín de Pedro Campos, su “cuartel general” cada vez que visita Galicia desde que en agosto de 2020 fijó su residencia en Abu Dabi.

Mientras las salidas a navegar cada vez son más esporádicas, Juan Carlos I sí se ha prodigado estos días en sus excursiones gastronómicas. Si el miércoles disfrutó de una mariscada en el restaurante D’Berto de la localidad de O Grove, el jueves lo hizo a la orilla de la ría de Vigo, en concreto en este restaurante de Lino Fervenza en Moaña, para conocer su famoso chuletón. Así, cambió los productos del mar por un buen bocado de carne.