En la pequeña playa de Xestadelo en Aldán, media docena de jóvenes procedentes del área de Vigo, se enfundan los trajes de neopreno. Para la mayoría de ellos es la primera vez que van a bucear, están expectantes de poder sumergirse en las turquesas aguas de Aldán, aunque reconocen cierta angustia cuando se colocan las gafas y reciben las instrucciones para respirar a través de la bombona de oxígeno. Los monitores les explican al detalle, en un primer contacto con el agua, en la orilla de este arenal, todos los pasos que deben de dar cuando ya estén bajo el mar. Se han regalado un bautismo de buceo con el Centro de Buceo Rías Baixas de Aldán, que llevan Manuel Millán Otero y Hugo Alvés Pérez. El primero de ellos regenta el complejo de apartamentos Ría de Aldán y se asoció con Hugo Alvés, instructor de buceo vigués, para abrir este pequeño centro de buceo como una oferta turística asociada al complejo, y darle un valor añadido a la zona.
Lo que da a conocer el centro de buceo es el gran tesoro oculto que guarda la ría de Aldán, con bosques de zostera, como si fueran juncos bajo el mar, que sirven de refugio a los caballitos de mar y aportan oxígeno, y todo un mundo de fauna marina, desde centollas a chocos, calamares, pulpos o rayas en su medio natural.
Manuel Millán, que estudió Ingeniería y trabajó en ello, pero lo dejó para entrar en este mundo del turismo y del buceo; y Hugo, dedicado desde siempre al buceo, fueron empezando poco a poco con este centro de buceo, con sacrificio económico. Trabajando mucho se fueron dando a conocer, explica Manuel Millán. En el centro se ofertan bautismos de buceo, cursos para hacer inmersiones en cualquier parte del mundo y los tours de snorkel con tres paradas en las furnas de Couso, en una batea de mejillón y en lo que ellos llaman una playa escondida, en estado salvaje en la ría de Aldán, a la que solo se puede acceder a pie bajando por el monte.
Lo que más demanda tiene en verano, explica Millán, son los bautismos de buceo que se realizan en el entorno de la playa de Xestadelo, por la zona de las rocas. Este verano ya habrán realizado más de 200, con gente procedente de todas partes, aunque en julio y agosto se concentran más personas de Madrid, País Vasco, Asturias y del sur de España.
Se realizan con grupos reducidos de 2-3 personas máximo por monitor “para que la gente se note segura”. La edad mínima permitida es de 12-13 años. En estos bautismos, que duran en torno a 2,5 horas, los monitores obsequian a los clientes con una foto de recuerdo bajo el agua. Manuel Millán asegura que sólo se realiza una porque el objetivo principal de ellos, como monitores, es estar atentos a su cuidado. Explica que si se hacen estos grupos tan reducidos es para cuidar el medio marino porque se hace mucho daño al mover el fondo.
El bautismo de buceo es una experiencia de iniciación para todo aquel que nunca ha experimentado la actividad o que sí la ha experimentado, pero no tiene la titulación. Siempre van acompañados de un instructor, que primero le da una pequeña clase teórica de unos 20-30 minutos para que conozcan el equipo de buceo, las medidas de seguridad y el entorno. Acto seguido se meten en el agua unos 10 minutos para familiarizarse en superficie con los equipos y con la actividad y después se da un paseo por el fondo, hasta 6 y 8 metros de profundidad, con una duración de unos 30-40 minutos. Los bautismos siempre se realizan desde la playa, por lo que la entrada al agua es progresiva y las personas se adaptan mejor al medio.
Lo que más sorprende a las personas que realizan estos bautismos, señala Millán, son los caballitos de mar, también ver las centollas que, en junio y julio, están en época de muda y parecen esponjas al perder el caparazón y los chocos que se quedan mirando fijamente al buceador.
En el tour de snorkel se bucea en superficie, con traje de neopreno de 7 mm, máscara, tubo y aletas. Se traslada a las personas a bordo de alguno de los dos barcos del centro -el “Cabo Norte” y la planeadora “Candela”- para realizar una ruta por la ría con paradas en las furnas de o cuevas de Punta Couso, en una batea de mejillones y en la playa desconocida.
El grupo mínimo es de 4 personas, pueden ir niños de 12-13 años, pero acompañados por padre o tutor al cargo. A la furna se accede nadando por un lateral y el grupo se sumerge para conocer el paisaje. Suelen verse algas, erizos o algún pulpito, entre otras especies. En la batea se puede disfrutar de una perspectiva diferente de estas granjas de cultivo de mejillón, señala Manuel Millán, en torno a las cuales se desarrolla muchísima vida marina. Por lo que respecta a la playa escondida, se descubre a la gente un arenal al que no se puede acceder en coche, y que es “salvaje y misterioso”.
En el programa de actividades, el centro también ofrece cursos de buceo y tiene el certificado PADI 5 estrellas que permite obtener un título para bucear en cualquier parte del mundo. Lo cursos que realiza son los de Open Water Diver, para licencia de buceo hasta 18 metros; Advance, hasta 30 metros; Rescue Diver y Dive Master.
El fondeo de barcos sin control, un peligro para la conservación del fondo marino
El buceo engancha, asegura Manuel Millán, y por eso además de los bautismos y el tour de snorkel, el centro organiza inmersiones en batea para personas con título y seguro de buceo, aunque bajan acompañadas siempre de un profesional titulado. Se bajan varios metros, en torno a 18, por las cuerdas de las bateas que ofrecen una visión única del fondo marino con los rayos de sol pasando por entre ellas, en donde crían los mejillones.
Los fondos marinos también ofrecen el atractivo de los barcos hundidos, de pecios que se han convertido en lugares de cría también muchas especies, como el bogavante o la centolla y para bancos de fanecas, que buscan huecos para estar juntas. Manuel Millán asegura que también organizan inmersiones a pecios, alguno en la ría y otro en Ons, en concreto al barco “Cordero González”, que es un ejemplo de toda la vida que crea un pecio. Para estas inmersiones se requiere de título de buceo. este último barco está a 32 metros de profundidad.
La ría ofrece inmersiones de mucha belleza por zonas rocosas, como Cabezos de Arcay, situada en la playa de Area Brava, que empieza a 4 metros de profundidad y de repente baja a 8. Se desciende por un bosque de gorgonias, cuyo color púrpura da una visión irrepetible. Todo esto lo permite la claridad de las aguas de Aldán. Pero toda esta riqueza no está protegida, como lo están las praderas de posidonia en el Mediterráneo, una planta que es refugio para la cría de especies y fija el oxígeno., como aquí también la zostera. El fondeo de embarcaciones sin control en la ría supone una amenaza, por lo que se debería de ir hacia un sistema de muertos controlados para evitar daños en los fondos marinos.
Para el Mediterráneo, por ejemplo, se firmó un convenio para la protección del medio marino, en donde existen 9 Zonas Especialmente Protegidas y Diversidad Biológica de Importancia (ZEPIM).
Desde el Centro de Buceo Rías Baixas contribuyen en la medida que pueden al cuidado de estos fondos con limpiezas voluntarias. La última la realizaron en junio en la playa de Arneles con la Asociación Amicos, de personas con discapacidad. “Retiramos kilos y kilos de basura, desde latas, plásticos, redes, vidrios a zapatos. La gente no se da cuenta que una botella queda 100 años allí”. Millán asegura que ellos intentan realizar dos o tres limpiezas de fondos a lo largo del año, pero se necesita apoyo de las administraciones o de la empresa privada: “Muchos buceadores nos demandan estas limpiezas”.