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Mostra Internacional de Teatro Cómico e Festivo de Cangas
Pepa Plana Coautora y payasa de "Voces que no ven"

“Con los insultos preciosos y tan específicos que hay, ¡qué tristeza utilizar el de payaso!”

“También es bonito aprender a reírse del humor femenino”, señala la actriz catalana, que actúa esta noche a las 22.30 horas

Una imagen promocional de la obra interpretada por Pepa Plana y Clara del Ruste. | // CEDIDA

La obra “Voces que no ves”, de la Compañía Pepa Plana, será la encargada de cerrar la trigesimonovena edición de la Mostra de Teatro de Cangas, en una jornada con especial protagonismo para María Casares. La sala de exposiciones del Auditorio acogerá la presentación del libro de Sabela Hermida “María Casares fronte ao espello” (19 horas); la conferencia de María Lopo “María Casares. A patria do teatro” (19.30 horas) y una lectura dramatizada de “Política sentimental. O encontro necesario entre María Casares e Albert Camus” (20 horas). A las 20.30 la Praza do Costal acoge el espectáculo “Surprise” de Pepe’s Show y la Capela do Hospital la presentación de la Erregueté (19.30).

– ¿Qué presenta Voces que no ves, más allá del juego de palabras que se pierde con la traducción del título original, Veus que no veus?

– Pues pregunta qué habría pasado si nuestras madres o abuelas hubiesen podido ser payasas. Todo este mundo está escrito en masculino, con trapecistas, domadoras, pero no payasas. Y hemos revisado los clásicos de Tristán Remy para reinterpretarlos con una mirada femenina.

– Es, en cierto modo, una obra que pretende hacer reír, pero también reivindicativa.

– Sí, porque en general la historia habla en masculino. Entras en el Museo del Prado y no hay obras de autoras femeninas, pero sí aparecemos como modelos. No es una reivindicación gratis o rabiosa, sino que es una normalidad. Parece que cuesta una obra femenina, te dicen que se nota que la ha escrito una mujer. Sí, ¿y qué?

"No hay modelos de payasas y eso me permite construir libremente, y también cagarla, claro"

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– Una situación que en su profesión es bastante evidente. Apenas hay payasas.

– Sí, no tenemos referentes ni una historia, pero yo me lo tomo como un reto. No hay modelos y tengo el privilegio de poder construir libremente, pero también de cagarla, claro está.

– Convertirse en payasa en un mundo en el que apenas había era también otra forma de reivindicación.

– Fue una necesidad vital. La payasa me eligió a mí. Yo estudié arte dramático, pero ganó la vocación de payasa. Como actriz lo pasaba bien, pero mucho mejor siendo payasa. Cuando empecé, hace casi 30 años, ser payasa, una mujer sola, haciendo un espectáculo teatral, para adultos... Me decían que me iba a morir de hambre, pero no lo he hecho. Tengo la suerte de disfrutar de una pasión maravillosa, pero remando mucho, y a veces contracorriente.

– ¿Es muy diferente el trabajo como payasa de otro tipo de humor?

– Yo estoy convencida de que el humor es un código. Te ríes de lo que conoces y reconoces. Los cómicos hacen un humor local, pero son cómicos, no payasos. Si te llevas al mejor humorista de aquí a Francia tiene que hacer otras cosas, coger otros referentes, hablar de otros políticos... Los payasos, en cambio, vamos a la esencia, a la síntesis, y nuestro humor es más universal, porque hablamos de sentimientos y emociones. Y a partir de ahí empieza el juego.

"El humor de los payasos es más universal, porque hablamos de sentimientos y emociones"

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– ¿Y el enfoque masculino o femenino? ¿Tiene género el humor?

– Pues básicamente en todos los casos quieres que te quieran, pero cuando escribes como mujer lo haces desde tu ética, tu sentido del humor parte de tu universo femenino. Por ejemplo, es imposible que un chico pueda hacer humor sobre la maternidad como una chica. Las mujeres nos hemos reído siempre del humor masculino aunque no nos hiciera mucha gracia, por esa sospecha de que si no te ríes eres tonta. Ahora estamos cambiando esto al escribir con nuestra pluma, pasamos de ser objetos a ser sujetos. Con las mujeres conectas muy rápido y a veces los chicos se quedan un poco sorprendidos. No se reconocen directamente, pero sí a alguien de su entorno femenino. También es bonito aprender a reírse del humor femenino.

– ¿Parte del éxito de un espectáculo de payasos para adultos es el hecho de que nos conecte con nuestra infancia? En determinadas generaciones casi todo el mundo los ha visto de pequeño.

– Creo que cuando uno entra en ese universo payaso de juego e ilusión, con esa inocencia extrema, más que recordarnos a los payasos que vimos de niños nos recuerdan a cómo fuimos de niños. Es una maravilla ilusionarse con las cosas más pequeñas y regalarles a los adultos la oportunidad de decir ¡oooohhhh!.

– Lo que sí es común a payasos y payasas es el uso de la palabra como insulto.

– Es un insulto que perdura en el tiempo y en todos los países e idiomas. Es algo que me da mucha tristeza, con los insultos tan preciosos y específicos que hay. ¡Qué poco vocabulario! Me dan ganas de regalar diccionarios. Como somos un colectivo frágil se nos usa como insulto, porque los insultos siempre van desde el poder hacia abajo, siempre se atreven con las minorías más frágiles.

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