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“Encontramos los campamentos saharauis con mucho abandono”

Las familias vuelven a acoger este año a los niños tras dos años sin poder organizar “Vacaciones en paz” por el COVID

Rosa García, ante las casas de Guelta, en el campamento del Aaiún. | // FDV Cristina González

Rosa García es vecina de Moaña y su familia es una de las acogedoras de O Morrazo de niños sahararuis de los campamentos de refugiados del Sáhara, dentro del programa “Vacaciones en Paz”, que este año se retoma tras dos años sin poder organizarlo debido al COVID. Acaba de regresar de Guelta, en el campamento del Aaiún, en donde se reencontró con algunos de los niños acogidos. Asegura que se encontró todo con mucho abandono, pero hay ilusión por retomar las vacaciones de los niños y se necesitan familias de acogida. El viaje estaba organizado por Solidaridade Galega co Pobo Saharaui

Nayae tiene hoy 26 años y fue la primera niña que la moañesa Rosa García acogió en su casa dentro del programa “Vacaciones en paz” . Es el programa que la asociación Solidaridade co Pobo Saharaui gestiona en Galicia para que los niños de los campamentos de refugiados en el Sáhara pasen unas vacaciones en un clima más benigno que los 50ª del desierto argelino.

La casa de Nayae en el campamento del Aaiún. Fdv

Nayae vive en el campamento del Aaiún, en Guelta, en donde Rosa acaba de pasar unos días, acogida en su casa, y dentro de un viaje organizado por Solidaridade Galega co Pobo Saharaui acompañando un proyecto sanitario.

Niñas e el campamento. Fdv

Rosa ha podido retomar el contacto físico con sus niños de acogida, roto desde hacía dos años por la pandemia del COVID, que impidió continuar con las “Vacaciones en paz” y que este año se retomacon pequeños de 8 años. “Necesitamos familias acogedoras”, asegura este mujer que el jueves participó en una reunión preparatoria del programa en Padrón. Por el momento, en O Morrazo tienen 7 familias acogedoras, pendientes de confirmar una en A Madalena y dos más en Bueu y Cangas.

La vecina de Moaña con Hanini en el campamento. | // FDV Fdv

“¡Está todo tan abandonado!”, exclama Rosa de los campamentos, desde la última vez que estuvo, hace tres años. Las carencias materiales siguen siendo muy grandes, aunque el cariño y la amabilidad que derrochan estas familias hace olvidar esta pobreza de recursos en casas de adobe en donde se duerme en el suelo, solo con una manta para protegerse de las frías noches del desierto; en donde la única electricidad que llega a las casas a la espera de que se instale la red, es a través de placas solares que han recibido de donaciones o el agua que beben llega en camones cisterna.

Rosa García con Nayae, en el campamento. Fdv

Recuerda con emoción cómo cuando llegó y caminaba entre las casas, se le acercó un niño y le preguntó: ¿Eres Rosa de Domaio? Ella no le reconocía, pero cuando le dijo “soy Hanini”, a la memoria le vinieron los recuerdos de aquel niño, de hoy 14 años, que había disfrutado de sus vacaciones acogido en la casa de una amiga suya de Bueu. Hanini recordaba perfectamente a Rosa de aquellos veranos en O Morrazo.

Afortunamente, Rosa García se encontró campamentos sin COVID. Todos los integrantes del viaje se hicieron la PCR al salir y al regresar, y sólo sufrió dos días de enfermedad durante su estancia, pero por una insolación cuando fueron a tomar el té al desierto.

Hay mucho trabajo por delante. Por el momento, las familias van a vender rifas para sufragr gastos de la próxima caravana de ayuda humanitaria que se enviará en mayo a los campamentos con material sanitario y alimentos.

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