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Demoras por la pandemia y próximas visitas escolares

Una senderista con malla deportiva recibe a los visitantes a pie del Camiño dos Lameiros que llegan para visitar unas tierras que ella abandonó tiempo atrás para irse a vivir "a la ciudad, a Pontevedra, porque allí todo queda más a mano". Un ecologista observa especies de flora y fauna que las nuevas generaciones desconocen, y un cabrero pregunta desde una peña si alguien ha visto por allí su modesto rebaño, extraviado entre el aluvión de topónimos que casi nadie recuerda. Es un recurso a la memoria y a la re-conciliación con la tierra y el paisaje donde se arraiga y recobra vida, tradiciones, encuentros y desencuentros entre personas y costumbres de aldea, en un flasback permanente que repasa más de 20 siglos de protagonismo del Monte do Facho y reivindica el mestizaje, el cobijo de la vida sencilla, el feminismo, la magia y la libertad de vivir, escuchar, ver, respirar y descubrir. Una experiencia que Teatro de Ningures estrenó ayer y que tiene vocación de largo recorrido.

"Aquí la tierra habla, el viento habla y este monte habla; lo que hay es que saber escucharlo", proclama el narrador, mientras una tropa de niñas y niños acerca la oreja a las piedras y afina el oído, y una pareja con atuendos del siglo XIX (de Vilanova él, de Donón ella) sella su amor bajo el "árbol de los enamorados" denostado por el clero y desata la ira del padre de la novia que defiende la cuna de Punxeiros y trata de espantar a palos al osado "fantoche de Vilanova" y de disuadir a su hija porque los aldeanos vecinos no son de fiar. "Antes muerto que en Vilanova", que riegas sus tierras con el agua de Punxeiros, advierte, aunque su hija ya no está dispuesta a pasar por el aro y reivindica su derecho a decidir. "Hace tres siglos se pensaba de forma diferente; pero no os engañéis, porque las mujeres aún somos discriminadas por ideas atrasadas", interviene la narradora, que repasa injusticias como el uso del poder para imponer voluntades y miserias, la diáspora por motivos económicos o religiosos, la imposición de muros que impiden el encuentro y el mestizaje de personas, pueblos y culturas, al contrario de lo que debe representar O Facho.

"De este monte nunca se expulsó a nadie ni se destruyó. Seguramente de este monte tenemos mucho que aprender", proclamó la mujer, mientras emprendía una carrera hacia ese objetivo y recibía los aplausos del público, que siguió cambiando de escenario, escalando la colina y escuchando a las piedras, "que, como libros, cuentan historias", detrás del cabrero narrador -¡"vamos Chiva, vamos Pita!" y escuchando sus explicaciones sobre los pioneros en las excavaciones en el Monte das Aras, como Álvarez Blázquez o José Suárez, mientras en el horizonte los peregrinos trasladaban aras votivas hasta el templo del dios Berobreo y los soldados romanos trataban de reprimir esas creencias y tradiciones en favor de las del imperio.

Los protagonistas de la historia no se olvidan en su recorrido de situar O Facho físicamente en el mapa, relatando al visitante las historias que albergan las piedras, los pueblos que le rodean, las islas, América más allá del horizonte, los cabos o los nombres que reciben los peñascos de tierra y mar en este "finis terrae" sobre la Costa de Soavela que para muchos pueblos representaba el fin del mundo y que intercambiaron aquí productos y experiencias, ansias de conocimiento, anhelos de libertad, como las que disfrutan los visitantes que emprenden el mismo camino veintitantos siglos después.

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