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'Nagot att minnas' y 'Atkurimas' rompen la dinámica de una jornada de drama social

La cinta animada sueca ofrece una arriesgada propuesta articulada en base a una nana de tintes apocalípticos - La lituana sorprende al espectador en un giro final de guión

Un momento de la proyección de Día de festa, ayer en la sesión de las 20 horas. // Santos Álvarez

Drama social, costumbrismo, una arriesgada propuesta de animación y una pieza con giro final para descolocar al espectador. Eso es lo que ofreció ayer en su menú la Sección Internacional del Festival Internacional de Curtametraxes de Bueu en una segunda jornada más irregular que la primera, y que se salvó principalmente por dos obras de cinematografías tan alejadas del primer plano como la sueca o la lituana.

Nagot att minnas (Algo para recordar), de Niki Lindroth Von Bahr, hizo justicia a su título y, para bien o para mal, dejó huella en el público buenense por su atípico planteamiento formal, pero también por el mensaje deslizado en este corto de animación. El filme se articula en torno a una nana apocalíptica cuya letra se va acompañando de imágenes protagonizadas por animales en una suerte de adiós al mundo que todos conocemos. Unas palomas visitando un zoológico vacío, un caracol en el médico tratándose de la pena que lleva en su interior, una rueda de prensa en el Parlamento sueco o unos insectos pidiendo esperanza a la divinidad tras lo que se antoja un grave accidente en el CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear), son los elementos para armar un discurso cuando menos muy diferente a lo que se ha visto en los dos primeros días de proyecciones.

También dejó un buen sabor de boca Atkurimas (Muñeco), de Laurynas Bareisa, la historia de reconstrucción de un terrible crimen que en un momento dado da un pequeño giro de guión, apuesta por dar algo de espacio a lo absurdo, y acaba con uno de esos finales que provocan la sonrisa y el abandono de las salas con cierto buen sabor de boca por esa capacidad que el séptimo arte tiene de ofrecernos lo inesperado, de cogernos por sorpresa y ganarnos la partida.

El día había arrancado con la lusa Día de festa (Día de fiesta), el debut de Sofía Bost con un trabajo de los que encajan como un guante en los gustos de los programadores del festival buenense, el drama personal de una madre creado en torno al cumpleaños de su pequeña hija y a las dificultades para organizarle una fiesta a pesar de que la economía de esta familia monoparental no es boyante. Los fantasmas familiares aparecen en esa jornada y generan en la protagonista esa inquietud que traspasa la pantalla y acaba implicando al espectador en una situación que le deja conscientemente incógnitas por resolver.

Presión social

Otro drama cotidiano es She runs (Ella corre), de Qiu Yang, o la lucha de una niña por escapar de su equipo de aerobic, una actividad que realiza a disgusto, pero que debe asumir por la presión social y por el hecho de tener que estar a la altura de las expectativas, en un trasfondo que retrata la exigencia del deporte y de las actividades de exhibición en un país como China.

La cinta, en cambio, no acaba de epatar, al igual que tampoco lo hace la griega All the fires the fire (Todos los fuegos el fuego), de Efthimis Kosemund Sanidis, a pesar de estar cosechando una buena trayectoria en los certámenes internacionales, llevándose el Premio Especial del Jurado en Clermont-Ferrand y estando presente en Locarno o Winterthur. Más allá de la innegable belleza de los paisajes y de la acertada elección de algunos planos, la historia de unos cazadores griegos en una lucha tanto por obtener el mayor número de presas como por hacer una demostración de masculinidad no acaba de despertar demasiado interés.

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