Dicen que las bobinas de nylon que produce la Cordelería Martínez llegan al propio sobrino del Rey de Marruecos que explota una empresa de 20 barcos de pesca. No es de extrañar porque esta pequeña industria, en espacio, de Meira, en Moaña, que sigue en el mismo lugar que la fundó a principios del siglo XIX el patriarca de los Castilla de Moaña, Alejandro Castilla Castaño, en la subida a la isla de Samertolaméu, trabaja las 24 horas haciendo los hilos para las redes de las flotas de pesca, principalmente de altura. Las máquinas no paran, asegura la bisnieta del fundador María Jesús Martínez, que lleva la empresa con la ayuda de su marido, Miguel González, que es auxiliar de farmacia; y de su hijo José Miguel González, de 32 años, y que supone la quinta generación que trabaja en el negocio.

María Jesús Martínez empezó en la empresa con tan solo veinte años, aunque ya desde niña convivió con el negocio por el hecho también de que la vivienda familiar está en el mismo terrenos. Ella trabajaba en una firma de inversiones, pero su padre José Martínez Castilla quería que ella trabajara con él. Y así hizo, logrando que esta industria perviva en el tiempo, pese a la crisis que ha hecho que cada vez se vaya reduciendo más la flota: "Sí que es verdad que aquí hay cada vez menos barcos pero lo que hacemos es vender a países donde haya flota". Es el caso de Marrueccos, en donde tienen dos grandes clientes, con 40 y 20 barcos de flota, respectivamente. Las cuerdas que ellos fabrican viajan por todo el mundo y están en las flotas que las empresas gallegas tienen en otros lugares como Sudáfrica, Malvinas o para la del Gran Sol.

La única diferencia que asegura que existe entre el antiguo negocio y el actual es la maquinaria y el material. Antiguamente se utilizaba el cáñamo, no había las fibras sintéticas de ahora que vinieron con el petróleo (nylon y plástico) y con respecto a las máquinas "antes todo era más rudimentario. Se hilaba a mano. Ahora las máquinas no paran las 24 horas".

El ruido de esta cordelería es perceptible desde la subida a la capilla de Samertolaméu. Lo que parece una toma de agua de una piscifactoría, es el sonido de una gran industria, que se esconde casi en las entrañas de esta isla, en dos plantas, en donde los hilos y las bobinas de nylon y plástico se acumula..

Muchos trabajadores del Morrazo pasaron por esta cordelería que llegó a dar trabajo, cuando todo era más artesanal, a más de doscientas mujeres. Ahora solo está la familia controlando que las máquinas hagan su trabajo.

No hay fotos de aquel primer Castilla que llegó de Andalucía. Su bisnieta no sabe por qué eligió Moaña para asentarse, pero sí que en en el sur había grandes extensiones de cáñamo y de allí se traía la maeteria prima. maría Jesús castilla no tiene recuerdos de aquel primer fundador, sí de sus abuelos, de Isabel Castilla -la hija de Alejandro- que continuó en el negocio que después siguieron sus padres José Martínez castilla e Isabel Macey, aunque su padre -dice María Jesús-, compaginaba el trabajo con su profesión de ingeniero técnico textil y aparejador.

La vida de esta cordelería formará parte de la exposición sobre la historia de la isla de Samertolaméu que se abre este fin de semana con motivo de la celebración de la feria tradicional Arte na Illa, y que incluye una maqueta a escala 1:200 de cómo era la isla en torno a 1900.