La utilización del georradar abre un nuevo abanico de posibilidades a la búsqueda de más elementos destinados a la identificación del esqueleto hallado en Portomaior hace más de un mes. Se trata de una técnica no invasiva ni destructiva que permite la localización de objetos enterrados sin necesidad de realizar excavaciones. Es ampliamente utilizada tanto en arqueología como en la localización de suelos contaminados. Las máquinas pueden trabajar con fiabilidad para hallar elementos situados hasta a seis metros de profundidad.

El hallazgo de restos humanos en la duna de Portomaior se produjo el 3 de febrero por casualidad, mientras operarios de la brigada de obras de Bueu efectuaban trabajos en la zona. Los efectos del temporal y de las mareas vivas fueron posiblemente los que trajeron a la luz un esqueleto que apareció a apenas medio metro de la superficie cuando esa zona estaba cubierta por unos dos metros de arena unos días antes. Las primeras hipótesis apuntaban a que se tratase de un varón y que llevaría enterrado en el lugar entre cinco y veinte años. Los huesos hallados fueron sometidos inicialmente a un proceso de secado debido a su fragilidad para poder trabajar con ellos y comenzar a averiguar datos como el sexo, la edad o la estatura.