A las bodas de los reyes Don Juan Carlos y Doaña Sofía, en Grecia, hace 50 años, no solo acudieron gentes de la realeza y la diplomacia de medio mundo. La tropa de marinería española no podía faltar a este acontecimiento que tanto recelo había despertado en el dictador Francisco Franco y que tenía a las iglesias Católica y Ortodoxa de la mano y temblando. Entre la tropa, cuatro marineros de Cangas: Manuel Boubeta Costas, Antonio Magdaleno Martínez, Luis Rial y Antonio Nores. Formaban parte de la tripulación del Canarias, el buque insignia de la Armada Española que fue el encargado de trasladar a Atenas al ministro de Marina, el Almirante Felipe José Arbazuza y Oliva. Mientras Manuel y Luis se ocupaban de servir las comidas y cenas de gala que durante ocho días hubo a bordo del Canarias, a Antonio Magdaleno le tocó estar tres horas de guardia en uno de los peldaños de la escalera que daba acceso a la catedral católica de San Dionisio, el día 14 de mayo de 1962. Antonio Nores tomaba nota en la jefatura del Estado Mayor, que se encontraba en el mismo buque, como cabo amanuense.

El Canarias había recibido la orden de asistir a las bodas del príncipe Don Juan Carlos de Borbón y la princesa Doña Sofía de Grecia. Era el buque insignia de la Armada Española y allí estaba situado el Estado Mayor de la Flota, al mando del ministro de la Marina José Arbazuza, que acudió en calidad de embajador extraordinario del entonces jefe del Estado español, el dictador Francisco Franco, que receló de una boda que se había fraguado a sus espaldas y que formaba parte de ese pulso que Don Juan tenía con Franco desde el exilio. Manuel Boubeta Costas y Luis Rial Martínez (reposteros) Antonio Magdaleno (marinero de primera) y Antonio Nores (cabo amanuense) embarcaron en Ferrol, donde el Canarias tenía su base, rumbo a Cartagena. Allí se aprovisionaron de víveres y ropa para los mil hombres que componían la tripulación del crucero. Una vez listos, partieron hacia Atenas, a donde llegaron tras cuatro días de navegación, "íbamos muy despacio con el barco engalanado", comenta Magdaleno. En el tiempo que duró la travesía los reposteros como Luis y Boubeta recibieron instrucciones de cómo había que dirigirse a los miembros de la realeza y de la diplomacia, e incluso recibieron unas clases rápidas de griego que aún hoy recuerdan. "Kalimera para decir buenos días, kalispera, buenas tardes; kalinýchta, buenas noches; kokkino Krasi, vino tinto y letkó krasí, vino blanco", es Manuel Boubeta, vecino de Coiro, el que recita de memoria estas lecciones que aliviaron un poco el trabajo de atender a tanta corte. A sus 71 años recuerda que durante cuatro días antes de la boda y cuatro días después se celebraron comidas y cenas de gala en el Canarias. Asegura que durante los primeros días estuvieron fondeados, pero después el crucero atracó en el Pireo. Los marineros en Ferrol habían tenido problemas con los americanos y un barco suyo había llegado también a Atenas para asistir a la boda. Así que se optó por mantener lejos a las tripulaciones y evitar posibles problemas, según relata Boubeta, que está convencido de que fue una gran experiencia, una magnífica oportunidad para ver la ciudad a la que nunca regresó. El barco estaba engalanado con numerosas luces, había constantes permisos para ir a tierra y la paga era extra, con motivo de las nupcias reales, así que había que aprovechar bien este tipo de vacas gordas en un época en la que la tropa de marinería cobraba 35 pesetas. Boubeta rememora que la abuela del actual rey, Victoria Eugenia, asistió a la boda, y que tuvo oportunidad de servirla en el Canarias, pero no sabría mencionar a otros personajes famosos que subieron a bordo. Apunta que antes no había los medios de comunicación que hay ahora y era difícil de identificar a las personas famosas, algo que ahora sería mucho más fácil con tanto programa de televisión. Sí guarda bien en su memoria los nombres de sus jefes y mandos.

Antonio Magdaleno (70 años) le tocó hacer guardia en la escalinata de la puerta de la Catedral Católica de San Dionisio, donde la banda del Canarias tocó el himno español cuando entraban los príncipes. "Cuando llegué a la torre 2 del Canarias acababa de marchar Don Juan Carlos con el galón de Alférez de Navío". Aún evoca el inmenso calor que hacía el 14 de mayo de 1962 en Atenas y también lo bien que le prepararon para aguantar tres horas de pie: el tiempo que duró la ceremonia en la basílica ortodoxa y la que tuvo lugar después en la Catedral San Dionisio. "Nos dieron de desayunar huevos, vino y naranjas y, con la misma, nos mandaron para tierra a montar guardia en la basílica católica. Nosotros a la ortodoxa no íbamos a nada. Los soldados griegos que cubrían las calles de Atenas por donde iba a pasar la comitiva real caían como moscas uno tras otro debido al calor, así que tenían que sustituirlos. ¡La reina era la más guapa! Después formamos y llegamos al barco a las 4 de la tarde. Repusimos fuerza con un rancho de lentejas". Antonio Magdaleno está convencido de que lo eligieron para forma parte de la guardia porque su ropa aún estaba nueva, así no tenían que gastar en vestir a otros. Boubeta interrumpe y dice que les dieron botas y uniformes nuevos a todos los que tenían el uniforme más estropeado.

Luis Rial (69 años) estaba destinado en la repostería de jefes del Canarias, pero antes de emprender este famoso viaje cumplía el servicio militar en la Escuela Naval de Marín. Relata que se llevó una inmensa alegría cuando le comunicaron que tenía que embarcar en el Canarias que iba a trasladar al ministro de Marina a la boda del príncipe. "No teníamos dinero, ni podíamos ir de franco de ría, así que la opción de embarcar en el Canarias para viajar a Atenas era una buena oportunidad. Me pusieron de jefe de reposteros y cuando el Rey llegó a abordo (los príncipes hicieron el viaje de regreso hasta Mallorca en el buque insignia) me quisieron poner de ordenanza suyo. Pero le dije que no. Le comenté que me intimidaba demasiado su figura y recomendé a un chaval de Vilagarcía, al que el Rey dio después 2 meses de permiso y veinte duros, que repartió conmigo. Don Juan Carlos era una gran persona. No te molestaba para nada". Coincide con su compañero Antonio Magdaleno de que la actual reina iba muy guapa, pero le llamó poderosamente la atención la belleza de una de sus damas de honor, que no sabe ni como se llamaba.

De franco de ría por Atenas

Luis Rial, como sus otros compañeros aprovechaba para salir por Atenas. "Como cantaba muy bien €Boubeta y Luis Rial dan fe de ello€ me quiso contratar una orquesta italiana en un cabaret que se llamaba Valencia". Los tres recuerdan el bar de un español que encontraron cuando se disponían a subir la cuesta que conduce al Partenón. Estaba allí, exiliado desde hacía años, y si la memoria no les falla era de la zona de A Estrada. Precisamente comentan que durante el viaje de regreso "se habló mucho y en voz baja de que llevábamos un civil abordo, pero no supimos nunca de qué se trataba, sí de que se llevaba con mucho secreto". La última lancha para subir al Canarias salía cada día a las 3.00 horas. "Al llegar teníamos un bocadillo de tortilla".

Los tres marineros que asistieron a la boda del Rey no quieren pronunciarse sobre el conflictivo año que vive Don Juan Carlos. No hay forma de sacarles una palabra. De inmediato vuelve a las historias de la mili y a recordar cuanta gente de Cangas estuvo destinada en el buque insignia de la Armada Española. Los tres están orgullosos de servir en la denominada torre 2 del Canarias, que se guarda intacta en la Escuela Naval de Marín, de lo que da fe Antonio Magdaleno a sus compañeros de filas, que ignoraban este hecho.