Elecciones en Estados Unidos

Katie Britt, o la debacle de los republicanos de EEUU con las mujeres

Fracasa el último intento del partido para paliar la abismal ventaja demócrata en el voto femenino

La senadora Katie Britt.

La senadora Katie Britt. / AP

Idoya Noain

A ocho meses de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, Donald Trump va por delante en las encuestas que toman el pulso a su nuevo duelo con Joe Biden. El republicano construye esa ventaja en parte arañando votos entre bloques importantes para el demócrata, como los latinos o los negros. Hay una parte fundamental del electorado, no obstante, en la que Biden mantiene su ventaja: las mujeres, incluyendo las moderadas e independientes de esas ciudades en los alrededores de las grandes metrópolis que se conocen como los 'suburbs', epicentro ya de las decisiones electorales en EEUU.

Son los demócratas los que más partido han sacado, y se anticipa que sacarán en noviembre, de la movilización del voto femenino en las urnas ante la regresión de los derechos reproductivos. Esta se aceleró desde que el Tribunal Supremo de mayoría conservadora quitó en verano de 2022 la protección constitucional al Derecho al aborto y, al devolver su regulación a los estados, abrió una oleada de vetos y restricciones que no cesa y desata las alertas sobre la deriva hacia la teocracia.

La introducción es necesaria para dar claves de por qué los republicanos eligieron hace diez días a Katie Britt, una senadora de 42 años de Alabama, para dar la respuesta al combativo discurso sobre el estado de la Unión de Biden, una intervención donde el presidente precisamente dedicó atención especial a los derechos reproductivos. También da contexto para entender por qué la actuación de Britt en sus 17 minutos de réplica, un auténtico desastre en términos de forma y de fondo, va más allá de haber alimentado un sinfín de chistes y parodias, incluyendo una sonada imitación de Scarlett Johansson en Saturday Night Live y un chiste en los Oscar.

La carta de Britt

La selección de Britt, tercera mujer consecutiva que los republicanos eligen para la réplica al demócrata (tras encargársela en 2021 a Tim Scott, su único senador negro), era lógica. La que fue primera presidenta y directora de la cámara de comercio de Alabama tiene casi la mitad de edad que el octogenario Biden. En enero de 2023 se convirtió no solo en la republicana más joven en toda la historia de la Cámara Alta, donde ya trabajó como jefa de gabinete para un antiguo senador, y en la primera mujer que llegaba al Senado por el estado sureño, donde recientemente una decisión del Supremo estatal conservador declarando los embriones congelados "personas" ha vuelto a obligar a los republicanos a ponerse a la defensiva para evitar la sangría de votos.

Britt tiene credenciales conservadoras, un esposo que fue jugador de fútbol americano y dos hijos en edad escolar, además de un título de Derecho. Es de las políticas que ha conseguido hacer el equilibrio hoy vital en el Partido Republicano entre la realidad de una política consumada y cercana a élites empresariales con el necesario populismo trumpista y la imprescindible buena relación con el expresidente.

Todo parecía predispuesto para que Britt diera otro paso para elevar su figura, quizá incluso hacerse un hueco en la larga lista de potenciales vicepresidentes en la candidatura de Trump. Atacó a Biden con fiereza, con frases como que el “comandante en jefe no está al mando. El mundo libre merece algo mejor que un líder decrépito e incapacitado”.

Pero esa intervención desde la cocina extrañamente vacía de su casa en Montgomery, sobreactuada y recargada, afectada y melodramática, con una respiración incomprensible y picos y valles surrealistas en la entonación mientras hacía una descripción de unos EEUU apocalípticos, dejó a los espectadores ojipláticos.

“Las mujeres de vuelta a la cocina”

La sensación de hecatombe no llegaba, por más que en los últimos días algunos republicanos y la propia Britt hayan intentando decirlo, solo desde filas demócratas o medios progresistas. También estrategas, observadores y comentaristas conservadores y ultraconservadores se llevaban, literalmente, las manos a la cabeza.

 "Fue bochornoso para ella, para el partido republicano y para las mujeres", decía la periodista conservadora Megyn Kelly en un demoledor análisis de la actuación.

“Este discurso no es lo que necesitamos. Joe Biden acaba de declarar la guerra al ala derecha estadounidense y Katie Britt está hablando como si estuviera presentando un programa de cocina”, valoraba Charlie Kirk, fundador de la organización de jóvenes conservadores Turning Point USA.

“La forma de hablar fue terrible, a nivel de parodia, y puedo prometer que no convenció a ninguna de esas madres de suburbio que intentamos alcanzar”, opinaba Allie Beth Stuckey, que tiene un podcast conservador que analiza cultura, noticias y política desde la perspectiva de la Biblia.

Las mujeres pueden ser esposas y madres y mujeres de estado, así que ponerla en una cocina, no en un atril o en la Cámara para la que fue elegida tras una dura batalla fue un pinchazo y absolutamente confuso para algunas mujeres que estaban viendo”, reflexionaba por su parte Alyssa Farah Griffin, una antigua ayudante de Trump.

Y Christine Matthews, que realiza encuestas para los republicanos y tiene comprobado que los anuncios con mujeres hablando de sanidad en la cocina “sacan de quicio a las votantes”, analizaba que “en vez de la imagen cercana que estaban buscando, dado el retroceso en derechos reproductivos y el fiasco sobre la fecundación in vitro, manda el mensaje de que los republicanos están literalmente tratando de enviar a las mujeres de vuelta a la cocina”.

Una historia falsa

Un problema aún mayor para Britt fue que en su ataque a Biden y para denunciar sus políticas de migración relató la conversación que tuvo en una visita a la frontera con México con una mujer que, según dijo, había sido víctima de tráfico sexual por los cárteles desde los 12 años. “Me dijo no solo que fue violada cada día, sino cuántas veces al día fue violada”, explicó la senadora, y añadió: “No aceptaríamos que esto pasara en un país del tercer mundo. Esto son los EEUU y ya es hora de que actuemos como tal. Las políticas de frontera del presidente Biden son una desgracia”.

Un antiguo periodista de Associated Press fue el primero en revelar la manipulación en las declaraciones de Britt (que formó parte del grupo de republicanos que negoció un acuerdo bipartidista para reforzar la seguridad en la frontera que estaba vinculado a la ayuda a Ucrania e Israel pero luego votó bajo las presiones de Trump en contra de la norma).

Y la propia mujer protagonista de su relato, Karla Jacinto Romero, denunció el uso de su historia, que la senadora ni siquiera había dado correctamente: sí fue víctima de tráfico sexual, pero no en EEUU sino en México, no por parte de cárteles sino de un proxeneta y cuando en la presidencia de EEUU estaba George W. Bush.

Pese a ese testimonio de Jacinto Romero, Britt ha defendido su historia. Ha asegurado que en su discurso su único “crimen fue poner demasiada pasión” y ha empezado a usar las críticas contra ella en mensajes pidiendo donaciones. Empieza a ganar aliados republicanos que están tratando de comparar lo que está sucediendo con comentarios que en su día se hicieron sobre Sarah Palin. Y tiene desde el primer momento el respaldo de quien posiblemente más le importe, el propio Trump. Mientras todo el mundo trataba de digerir la debacle que acaba de ver, él escribía en su red social: “¡Gran trabajo, Katie!".

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