Conflicto en Oriente Próximo

Israel eleva su tono contra Guterres y redobla la ofensiva en Gaza

La mayoría de soldados israelíes no descansan, porque se redoblan los ataques sobre Gaza, matando a su paso a decenas de palestinos. Los vivos son expulsados hasta la frontera con Egipto, aplanando el terreno para las celebraciones judías

Niños palestinos heridos tras un taque de Israel en Gaza.

Niños palestinos heridos tras un taque de Israel en Gaza. / EFE

Andrea López-Tomàs

Los israelíes celebran la primera noche de Janucá de distintas maneras a lo largo y ancho de su territorio. En Tel Aviv, centenares de personas se concentran para encender 138 velas en el Festival de las Luces judío. Una por cada persona aún cautiva en la Franja de Gaza. En Jerusalén, las masas de la ultraderecha se enfrentan con la policía que les impide marchar por el barrio musulmán de la Ciudad Vieja. Bajo estricto control policial, piden el restablecimiento del "control judío" sobre el Monte del Templo, el lugar más sagrado del judaísmo, o la Explanada de las Mezquitas, el tercero del islam. En el corazón de Gaza, las tropas israelíes se reunirán alrededor de la menorá, el candelabro judío de siete brazos, que mide 13 metros y ha sido instalado en la ciudad homónima del enclave palestino. Mientras, la mayoría de soldados no descansan, porque se redoblan los ataques sobre Gaza, matando a su paso a decenas de palestinos. Los vivos son expulsados hasta la frontera con Egipto, aplanando el terreno para las celebraciones judías. Y las autoridades arremeten con más dureza contra el secretario general de la ONU, António Guterres, tras su último gesto para intentar detener la escalada de violencia.

"En los próximos 20 años, veréis un Israel muy diferente por lo que pasó el 7 de octubre", dice Fayga Marks, una israelí-estadounidense que ha acudido a las puertas de la Ciudad Vieja de Jerusalén para unirse a la marcha ultraderechista. "Ya es hora de que nos defendamos, de que digamos que lo que es nuestro es nuestro y de que dejemos de complacer a nuestro enemigo; si eso significa dispararle en la cabeza, no tengo ningún problema con ello", afirma, muy exaltada, esta inmigrante a Israel a El Periódico de Catalunya, del grupo Prensa Ibérica,. Convencida de su "lucha espiritual" para devolver a Dios "el hogar que él escogió y que pertenece a los judíos", se mantiene al margen de los altercados entre los asistentes a la marcha y las fuerzas de seguridad de Israel, que igualan en número a los manifestantes. La mayoría son jóvenes que buscan el enfrentamiento y lanzan cánticos en hebreo. Muchos no saben lo que dicen ya que, entre ellos, hablan un inglés con acento californiano o un español porteño.

"Una amenaza para la paz mundial"

Como Yaakov, que ha venido de Los Ángeles para estudiar en una yeshiva (un centro de estudios de la Torá), "porque amo Israel y es nuestra patria", dice a este diario. "He venido esta noche aquí porque creía que sería una marcha por la frontera árabe y creo que es importante porque, aunque ellos vivan aquí, es nuestra tierra al fin y al cabo", afirma este adolescente. Hace dos meses que el pueblo israelí sufrió su más terrible ataque y que respondió con la más feroz de sus agresiones, pero en Jerusalén las tensiones internas han vuelto a aflorar en esta reducida marcha del sector más radical de la sociedad israelí. Las críticas a Occidente se han hecho presentes, recogiendo las palabras de sus representantes, que han elevado el tono contra el secretario general de Naciones Unidas. Desde que el portugués afirmara que el ataque de Hamás "no sucedió en el vacío", sino que llegó tras "56 años de ocupación asfixiante", Israel ha exigido su dimisión. Este jueves su ministro de Exteriores le ha acusado de ser "una amenaza para la paz mundial" y de respaldar "el secuestro de niños y la violación de mujeres" por su insistencia en promover un alto el fuego en Gaza.

Horas antes Guterres había invocado el artículo 99 de la Carta de Naciones Unidas para tratar de forzar un alto el fuego en el Consejo de Seguridad ante el "rápido deterioro" de la situación y la "magnitud de la pérdida de vidas humanas". Desde el norte hasta el sur, pasando con especial hincapié sobre aquellos lugares que Israel tacha de seguros, los bombardeos alcanzan cada rincón de la Franja. La más feroz de las agresiones israelíes ya ha provocado la muerte de al menos 17.177 palestinos, de acuerdo con el Ministerio de Salud de Gaza. Muchos han muerto este jueves en bombardeos sobre edificios residenciales en la ciudad de Gaza. También ha anunciado que hay unos 46.000 heridos que están siendo tratados en hospitales disfuncionales y bajo constante asedio.

Varias imágenes muestran que las tropas israelíes han detenido a docenas de palestinos en el norte del enclave, despojándoles de sus ropas y dejándoles solo con sus calzoncillos y un pedazo de tela inmovilizando sus manos y otro cubriendo sus ojos. El Ejército alega que son milicianos de Hamás que se han rendido, pero varias fuentes señalan que eran hombres buscando refugio en una escuela de Naciones Unidas.  

Egipto no quiere a los gazatíes

Además, los ataques desde el sur del Líbano se han cobrado una víctima civil en el lado israelí. Si la milicia libanesa Hizbulá inicia una guerra total contra Israel, "entonces, por sí solo, convertirá a Beirut y el sur del Líbano, no lejos de aquí, en la ciudad de Gaza y en Jan Yunis", ha dicho el primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, en un encuentro con reservistas. Por su parte, Diaa Rashma, jefe del Servicio de Información Estatal de Egipto, ha dicho a Haaretz que su país nunca permitiría que se vaciara la Franja de Gaza de sus residentes mientras la campaña militar de Israel los empuja hacia el sur, hacia la frontera con la península egipcia del Sinaí. Egipto cree que las operaciones de Israel en la Cisjordania ocupada tienen como objetivo obligar a los palestinos a trasladarse a Jordania, ha afirmado.

Pero la realidad sobre el terreno se aleja de los horizontes utópicos dibujados por diplomáticos y mandatarios. En el sur de Gaza, se concentran decenas de miles de personas sin un lugar al que volver. En todo el enclave, las imágenes de desesperación, hambruna y desolación se repiten. La poca ayuda humanitaria que sigue entrando en el enclave resulta insuficiente para alimentar a una población que hace dos meses que se le quitó el alimento. Centenares de personas se han concentrado en los puntos de distribución de ayuda, mientras los precios de los alimentos se disparan. El kilo de harina, por ejemplo, roza los 150 dólares. Desde los cielos, también siguen cayendo panfletos con órdenes de evacuación para que la población se desplace más hacia el sur, a la vez que las tropas israelíes continúan con sus operaciones terrestres.