Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La guerra en internet

Los cibercosacos que están poniendo en evidencia a Rusia

Un ejército de expertos informáticos y hackers está sacando de sus casillas al Kremlin con sus ciberataques

Soldados ucranianos saludan desde un vehículo militar a un grupo de personas que hacen cola para recibir ayuda humanitaria, en el pueblo de Trostyanets, en la región de Sumi. ROMAN PILIPEY (EFE)

Cada mañana antes de irse a trabajar en una empresa de desarrollo de software, Yevhen se toma un café y abre varios grupos de Telegram a los que está suscrito para conocer los objetivos del día. Pueden ser proveedores de internet, servicios de paquetería, bancos, webs gubernamentales o sistemas de pago electrónico. Todos ellos, radicados en la Rusia de Vladímir Putin. "No atacamos infraestructuras esenciales, pero sí tratamos de tumbar las webs de servicios e instituciones para que no puedan comunicarse con sus clientes", asegura este treintañero de pelo largo, tatuajes y aspecto de motero. El paso siguiente es poner a trabajar a uno de sus ordenadores que, durante todo el día y en coordinación con muchos otros, se encargará de sobrecargar los servidores atacados hasta que dejen de funcionar.

Yevhen no puede reprimir que se le escape una sonrisa pícara cada vez que glosa las hazañas del ejército de voluntarios que están sacando de sus casillas al Kremlin. Algunos trabajan en coordinación con el Gobierno ucraniano, que dos días después del inicio de la invasión hizo un llamamiento a los "talentos digitales" del país para que se sumaran a la resistencia desde el ámbito cibernético. Otros van por libre y no siguen más directrices que las que ellos mismos establecen a través de Telegram en varios grupos nutridos también con voluntarios extranjeros. Los más numerosos tienen hasta 70.000 miembros. Y luego están los pesos pesados del sector sin patria conocida como Anonymous, que no tardó en declararle la "ciberguerra" a Putin después de que anunciara su "operación militar especial".

"Yo no he ido al Ejército, no se disparar, pero tengo otras habilidades que estoy tratando de utilizar para defender a mi país", explica Yevhen en una cafetería de Lviv, la capital cultural del oeste ucraniano. Casi todos los días trata de hablar con su madre, que no ha querido marchase de Járkov, la segunda ciudad del país, y pasa los días en un refugio antiaéreo para escapar de los bombardeos. "A nosotros nos gusta vernos como cibercosacos, que también lucharon hace siglos contra Rusia para defender nuestra libertad", dice Yevhen invocando a uno de los símbolos del nacionalismo ucraniano.

Daño importante

En el imaginario local los viejos cosacos son el equivalente a los vaqueros del oeste norteamericano y el embrión de la nación ucraniana, por más que no todos los cosacos fueran ucranianos ni todos los ucranianos fuera cosacos. Pero es cierto que durante siglos trataron de mantener su autonomía de la monarquía polaca en el oeste y de la rusa en el este, generalmente a cambio de sus servicios en el campo de batalla. Hasta que el imperio zarista de los Romanov, con Catalina la Grande como una de sus grandes bestias negras, se la llevó por delante en el siglo XVIII.

Es difícil calibrar el daño que la ofensiva digital ucraniana está causando en Rusia, pero todo sugiere que es importante. Este mismo martes su Ministerio de Exteriores reconoció que el aluvión de ataques contra su país "no tiene precedentes" y acusó a los "cibermercenarios" ucranianos de estar entrenados por Estados Unidos y otros países de la OTAN. "Nadie debería dudar de que la ciberagresión lanzada contra Rusia conllevará graves consecuencias", aseguró según la agencia Tass.

Algunas acciones han sido realmente espectaculares, como aquella de principios de la contienda en la que Anonymous interrumpió al unísono la programación de varias televisiones públicas rusas para emitir imágenes de bombardeos sobre Ucrania y soldados hablando de los horrores de la guerra. Una acción que ha ido acompañada de masivas filtraciones de datos de instituciones rusas. A menor escala, algo parecido han hecho los cibersoldados como Yevhen o los grupos organizados bajo el paraguas del Ministerio de Transición Digital ucraniano.

Información sobre la guerra

Y es que no solo están tumbando webs con ataques de denegación de servicio, sino que hackean todo tipo de webs para publicar información sobre la guerra. Un ejemplo es el portal del touroperador IgoToWorld.com, que pasó de anunciar destinos turísticos a publicar un largo mensaje que comenzaba así: "Ciudadanos de Rusia y Bielorrusia: ¡Despertad! Vuestros gobiernos están cometiendo crímenes de guerra en Ucrania".

Muchos están sorprendidos por la facilidad con la que Rusia está siendo atacada, pero también por lo poco que ha conseguido con sus armas cibernéticas, cuando se suponía que es una gran potencia en ese campo. Para empezar los expertos esperaban que neutralizara a las primeras de cambio las telecomunicaciones ucranianas, su sistema eléctrico o sus infraestructuras, pero, salvo en las zonas más bombardeadas, todo sigue funcionando con sorprendente normalidad. "El impacto ha sido mínimo", resumió hace unos días The New York Times.

De hecho, el Ejército ruso ha experimentado algunos episodios verdaderamente embarazosos. La muerte de su general Vitali Gerasimov, caído a las afueras de Járkov, se supo porque los ucranianos interceptaron una llamada entre dos supuestos agentes del FBU ruso a través de un teléfono normal, como los que usa cualquiera. Y la interceptaron porque los estupendos criptoteléfonos de sus militares, introducidos en 2021 a bombo y platillo, no funcionaron. ¿Y por qué no funcionaron? Porque "los idiotas" bombardearon en la zona muchas de las torres de 3G y 4G que requieren esos teléfonos encriptados, según explicó el director ejecutivo de Bellingcat, Christo Grozev.

Esa caricatura del poderío ruso, muy patente también en otros ámbitos de esta guerra, ha sorprendido también a Yevhen, el "cibercosaco" de esta historia. "Hemos tumbado las webs de muchos bancos regionales y locales rusos. Pensábamos que en un rato después volverían a estar operativas, pero algunas han tardado hasta tres días", asegura. "Ellos venden la imagen que están muy preparados, que son la leche, pero es más bien lo contrario".

Compartir el artículo

stats