El optimismo con el que España encaraba la defensa de su posición en Europa ha disminuido en la última semana. Primero, el pasado jueves, Nadia Calviño fracasó en su intento de presidir el Eurogrupo. Después, la gira de Pedro Sánchez por distintos países (Portugal, Holanda, Alemania, Suecia y Francia) ante el trascendental Consejo Europeo que abordará los fondos de reconstrucción frente a la crisis del coronavirus ha provocado que el Ejecutivo asuma que el acuerdo todavía se encuentra lejos, que probablemente no llegue en la cita del viernes y sábado, que haya que esperar a otra cumbre a finales de este mes.

El presidente también ha ido cambiando su discurso. Cuando inició esta serie de viajes, hace 10 días en Lisboa, insistió en que la cantidad mínima de los fondos debía ser de 750.000 millones de euros; la mayoría en transferencias, no en créditos, tal y como planteó en su propuesta original la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen. Ayer, en cambio, se mostró dispuesto a hacer "renuncias" en aras del consenso.

"Todos tenemos que hacer un esfuerzo y hacer renuncias para llegar a un acuerdo. Todos tendremos que ceder en alguna posición", dijo Sánchez en Suecia. A su lado, el primer ministro del país nórdico, el socialdemócrata Stefan Löfven, plasmó la distancia que le separa del presidente español. "Para nosotros es problemático el volumen del fondo y que sea en transferencias, no en créditos", explicó.

Suecia, junto a Holanda, Austria y Dinamarca, forma parte del grupo de países llamados "frugales", muy críticos con los fondos de reconstrucción tal y como están esbozados. No solo quieren rebajar la cantidad de dinero y que sea en todo caso a devolver, algo que plantea graves problemas en los países más afectados por la pandemia, como Italia y España, que ya tienen elevados niveles de deuda. También defienden que haya condiciones aparejadas a la recepción de estas cantidades, algo que podría dar pie a ajustes.

El Gobierno, aun así, observa diferencias entre Suecia y Holanda. La Moncloa considera que el primer ministro de este último país, Mark Rutte, con quien Sánchez se entrevistó el lunes (no hubo comparecencia), mantiene una posición mucho más rígida. Reclama, por ejemplo, que la aprobación de los planes de cada país con los fondos tenga que contar con la unanimidad del Consejo, algo que le daría capacidad de veto sobre iniciativas que España e Italia consideran absolutamente domésticas.

Sánchez no logró mover a Rutte durante su entrevista. Con Löfven hubo más sintonía, según la Moncloa. El presidente se esforzó en convencer al primer ministro sueco de que piensa "acelerar" la ya iniciada modernización de la economía española, en materias como la digitalización y la lucha contra la crisis climática, un asunto muy sensible en el país nórdico.