La carrera demócrata para desbancar a Donald Trump de la Casa Blanca no podría haber comenzado peor. Tras un año de campaña en Iowa y cientos de millones de dólares invertidos en el estado, el país seguía la pasada medianoche, al cierre de esta edición, sin conocer los resultados del caucus que abre el largo proceso de primarias para elegir al candidato demócrata a la presidencia. Los fallos técnicos en la app diseñada para hacer el recuento se esgrimieron como explicación oficial de la debacle, a lo que habría que añadir amplias dosis de incompetencia e improvisación.

La incapacidad del aparato demócrata para aportar resultados es un desastre épico para la imagen del partido, un prólogo tóxico para estas primarias llamado a despertar toda clase de suspicacias sobre la legitimidad del escrutinio final.

La sensación de descalabro se ha visto agudizada por los ríos de tinta que han corrido en los últimos años sobre la importancia de preservar la integridad de las elecciones. Los demócratas llevan desde el 2016 martilleando con la injerencia rusa año para beneficiar a Trump y, aunque no tardaron en descartar que los problemas con el escrutinio se debieran a un ataque informático, su falta de transparencia dejará tocada su credibilidad.

"Cuándo empezarán los demócratas a culpar a Rusia, Rusia, Rusia, en lugar de a su propia incompetencia, del desastre en Iowa", escribió Trump en las redes. La Casa Blanca se relame con el espectáculo, un regalo del cielo que sus aliados tratan de explotar propagando toda clase de teorías sobre los motivos de un desaguisado, que Trump calificó de "desastre sin paliativos".

El Partido Demócrata de Iowa aludió inicialmente a "inconsistencias" en el escrutinio para explicar el retraso, pero el relato fue cambiando con las horas y empeorando con las filtraciones a la prensa. El aparato reconoció finalmente que la aplicación informática que debía tabular los votos, creada hace solo dos meses, no funcionó por problemas en su código. Los responsables del recuento ni siquiera pudieron conectarse a ella o descargársela, según "The New York Times".

El partido pidió entonces a los presidentes de mesa que transmitieran los datos por teléfono, como se había hecho tradicionalmente, pero tampoco pudieron comunicarse con la sede electoral ya que la línea era la misma que para transmitir los datos desde la aplicación informática. Finalmente, tomaron fotos a las hojas de resultados y las llevaron en persona a la sede.

Nadie se atrevió a cantar victoria, con una sola excepción, Pete Buttigieg, que se autoproclamó ganador. Esa temeridad disparó las suspicacias de sus rivales. La campaña de Bernie Sanders presentó sus propios resultados parciales. Horas más tarde, Joe Biden acabó de embarrar el proceso cuestionando "la integridad" de los caucus, una maniobra para protegerse del pobre resultado que esperaba.

No es la primera vez que Iowa no está a la altura. En los caucus republicanos del 2012 declaró inicialmente ganador a Mitt Romney, un veredicto que cambió dos semanas después para atribuirle la victoria a Rick Santorum. La debacle organizativa privará a los ganadores del empujón tradicional que los caucus de Iowa aportan en forma de lluvia de donaciones, voluntarios y cobertura mediática. El fracaso del aparato del partido es el titular de la primera batalla. Los candidatos ya están haciendo campaña en Nuevo Hampshire, donde el próximo martes se celebrarán las segundas primarias.