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La colonia gallega en Argentina, dividida ante el nuevo ascenso al poder del peronismo

Un grupo de emigrantes gallegos acoge con esperanza la elección del presidente Alberto Fernández mientras otros se lamentan

Simpatizantes de Alberto Fernández salen a las calles de Buenos Aires para celebrar el triunfo. // Efe

El pueblo argentino está dividido. Y la comunidad gallega instalada en Argentina, lo mismo. A un lado se encuentran los antiperonistas, los que están en contra del flamante presidente, Alberto Fernández, y de su mano derecha, Cristina Fernández Kirchner. Al otro, los que sí confían en sus posibilidades y no en las del neoliberalista Mauricio Macri. Como si unos y otros viviesen en mundos totalmente opuestos, aunque en un mismo país, o incluso en una misma ciudad, la alegría va por distritos. Así lo cuenta el periodista vigués Javier Castro, que trabaja en Buenos Aires como corresponsal para varios medios de comunicación: "En el barrio de Recoleta, donde yo vivo, que es de clase media, los festejos fueron mucho menores que en otros sitios, donde realmente había ambiente de final de fútbol".

El pueblo argentino está tan partido a la mitad que es difícil encontrar un punto en el que ambas propuestas lleguen a encontrarse. "No podemos hablar de cómo lo viven los argentinos porque es una sociedad dividida. Hablando con personas de todas las edades y de todas las condiciones puedo observar muy bien esa brecha. Hay una profunda diferencia entre los partidarios de una idea y de la contraria", cuenta Castro.

Desde los tiempos de la emigración gallega, Argentina siempre ha sido considerada la quinta provincia de Galicia. De hecho, según el Censo Electoral de los Residentes Ausentes (CERA), de los 461.225 gallegos exiliados en todo el mundo dados de alta en dicho registro, al menos, 164.475 residen en en el país sudamericano. También entre ellos la opinión se bifurca. "Dicen que Macri fue el que hizo todo el desastre acá, pero no es verdad. ¡Cristina (Kirchner) está en once juicios y la suben a vicepresidenta! En todo el conjunto no se saca nada bueno", cree Julián, afincado en el país desde 1957, que prefiere no desvelar su identidad ni su ocupación. En este sentido, el miedo está instaurado. Otro que dice llamarse Jaime, parco en palabras, no quiere "mojarse" demasiado, y menos por teléfono: "Solo puedo decirte que es terrible, pero terrible de verdad".

El peronismo, cuyo origen es el expolítico y exmilitar Juan Domingo Perón (admirador de Benito Mussolini y amigo de Francisco Franco), es una corriente difícil de definir ideológicamente. A lo largo de la historia ha habido partidos situados a ambos lados del hemiciclo. Actualmente, el liderando por Alberto Fernández, tiende hacia el centro izquierda. La justicia social es su bandera y sus mayores aliados, "gente que está fuera del sistema", según la viguesa Tamara Lagarón, abogada instalada en Tucumán desde hace once años. "Tienen sanidad gratuita, el colegio es gratuito, pero, a pesar de eso, no tienen dinero para pagarse el billete de autobús para ir al hospital. Hay analfabetos de 20 años. Ese es el sesgo que atienda el populismo de izquierda y que es difícil de comprender en España, porque no existe", continúa.

Para Lagarón, "para la educación que tiene la población", "es el movimiento necesario en este momento" porque aboga por la redistribución de la riqueza a través de subvenciones, entre otras cosas. Para ello, pone el ejemplo de Silvia, una de las asistentas que trabaja en su casa: "Siendo joven, no pudo estudiar porque tenía que ganar dinero para comer. Y ella ha intentado que sus hijos no pasasen por lo mismo. En la época de Kirchner pudo hacerlo, pero con Macri tuvo que sacar a sus hijos del colegio y ponerlos a trabajar porque pasó de pagar 1.000 pesos de luz a 5.000, y así con todo". "Yo podré ahorrar menos, pero otros no comen. A esa gente va dirigida este nuevo gobierno", comenta la también profesora de universidad. "El que estaba hasta ahora (Macri) quitó todas las ayudas. Dentro de lo que hay, el peronismo cuida mejor a la clase media-baja", comenta Modesto Álvarez, quien cruzó el charco en 1961, a la edad de 15.

Sin embargo, muchos odian esta corriente por ser, literalmente, una "fábrica de vagos": "Aquí la mayoría de la gente no quiere laborar. Normal, si te lo dan todo. Yo me vine a Argentina con una mano delante y otra detrás y me busqué la vida trabajando. Pero ahora nadie quiere agarrar pico y pala. Con ellos llegaron los subsidios, que los utilizaron para robar", dice el supuesto Julián. Sin ir más lejos, la corrupción es otro de los principales motivos del cabreo de algunos. "La política es la ruina de este país. Los que vienen ahora no son peronistas, solo usan a Perón para llegar al gobierno, para su beneficio. No hay palabras para explicar cómo ganaron. Por los antecedentes. Y aun así están de vuelta. Menudo panorama", manifiesta ojiplático Jaime. Por todos estos motivos, la desconfianza es máxima mires donde mires, a la izquierda o a la derecha, cuando el cambio de ciclo llega en medio de una nueva crisis económica.

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