EE UU enviará tropas a Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (UAE), que se centrarán en "la defensa aérea y de misiles", como respuesta a los ataques de hace una semana contra refinerías del reino, que Riad atribuye Teherán. La presencia de fuerzas norteamericanas puede abrir la puerta a una escalada militar en el golfo Pérsico, pero refuerza la posición de Trump en Oriente Medio.

El movimiento, considerado por expertos como una jugada defensiva por parte de EE UU, sirve al Gobierno del presidente Donald Trump como prueba del apoyo hacia sus dos socios regionales en sus esfuerzos para contener a Irán. La acción del Pentágono tiene como objetivo evitar futuros ataques como el ocurrido hace ocho días contra instalaciones de la petrolera saudí Aramco, del que Riad responsabilizó a Teherán. "El ataque a las instalaciones de la compañía petrolera de Arabia Saudita Aramco se llevó a cabo con armas iraníes. Por eso responsabilizamos a Teherán por el ataque", afirmó ayer el ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudí. Adel al-Jubeir.

Ante esta situación, el departamento de Defensa estadounidense asegura que el despliegue de tropas tiene la intención de "enviar un mensaje claro" de que Washington apoya a sus socios en la región y de "demostrar el compromiso de mantener las normas internacionales de orden".

El anuncio de envío de tropas del Ejecutivo de Trump no fue bien acogido por Irán, cuya Guardia Revolucionaria amenazó ayer con destruir cualquier país que ose atacar al país porque nunca permitirá una guerra dentro de sus fronteras. "Quien quiera que su territorio se convierta en el principal campo de batalla, adelante", retó el comandante en jefe del cuerpo militar de élite iraní, Hosein Salamí.

Ante la posibilidad de que se lleve a cabo un ataque contra Irán, aunque sea selectivo, Salamí subrayó que la respuesta de su país "no será limitada" y que están preparados "ante cualquier escenario". "Nunca permitiremos que la guerra alcance nuestro territorio (...) No pararemos hasta la destrucción del agresor y no dejaremos ningún lugar seguro", agregó durante la inauguración de una exposición de restos de drones estadounidenses derribados por Irán.

Estados Unidos reaccionó a los ataques presuntamente financiados por Teherán de un modo más moderado del esperado, ya que se planteaba desde ataques cibernéticos a operaciones clandestinas contra los lugares desde los que se sospecha que Irán lanza sus drones y misiles de crucero.

La nueva escalada de la tensión comenzó hace justo una semana, cuando el Gobierno de Trump responsabilizó a Irán de los ataques contra instalaciones de la petrolera saudí Aramco, reivindicados por los rebeldes hutíes de Yemen. Las autoridades iraníes niegan su implicación justifican el derecho de los hutíes a defenderse de la intervención militar en su país desde 2015 de una coalición liderada por Arabia Saudí. Los ataques contra Aramco han sido los últimos de una serie de incidentes en el golfo Pérsico, entre ellos ataques a petroleros, de los que EE UU acusa a Irán, que se ha desvinculado de los mismos.

Pese a todas sus acusaciones EE UU rebaja su retórica sobre la zona. El secretario de Estado, Mike Pompeo, llegó a calificar los ataques de "acto de guerra", aunque tras visitar Arabia Saudí y Emiratos abogó por buscar "una solución pacífica" para la zona, que pasaría por formar un alianza.