La reconstrucción de un monumento en el que cada piedra es sagrada no entiende de fechas límites ni promesas de milagros. Tres meses después del incendio, Notre Dame sana sus heridas con un trabajo de restauración centrado en dejar la mínima huella posible.

La explanada ante Notre Dame ya no es el lugar de turistas que intentan hacerse hueco para tomar la foto definitiva de su viaje a París.

En su sitio hay máquinas, vehículos de transporte de piezas y carpas con kilométricas estanterías que albergan las piezas que esperan ser salvadas de la criba para volver a formar parte de la catedral.

Los exteriores de Notre Dame se abrieron para un reducido grupo de medios, que deben, al igual que los trabajadores, ponerse el mono blanco con capucha, casco de construcción, calzado de seguridad y guantes negros. El uniforme de rigor no combina demasiado bien con el sofocante calor de la canícula que sufre la capital francesa desde hace unos días. Pese a todo, el panorama no resulta todo lo desolador que se podría esperar. Los obreros y arquitectos, que trabajan, debido al calor, de seis de la mañana a dos de la tarde, se muestran optimistas.

"La estructura de la catedral está a salvo (...) Podríamos decir que hemos tenido suerte", expresó el arquitecto jefe de la obra de Notre Dame, Philippe Villeneuve, anfitrión de esta visita por los exteriores de la catedral.

Villeneuve juega un papel crucial en la restauración de la joya gótica de París; aun así, su intención es no dejar demasiada huella: "Soy reticente a la firma de un arquitecto en una obra maestra como es Notre Dame".

El día siguiente al incendio, Villeneuve se acercó personalmente a inspeccionar el estado de la catedral: "La providencia me ayudó a detectar los elementos frágiles que amenazaban con derrumbarse". El arquitecto destacó que la veloz actuación en estos elementos (como algunas bóvedas o pilares) salvó en parte su estructura. Sobre el terreno, además de arquitectos y obreros, trabaja un laboratorio especializado en monumentos históricos investigando el estado de las piedras para saber si el fuego las ha despojado totalmente de valor o es posible reutilizarlas.