La cumbre celebrada desde el martes en Pyongyang entre los presidentes de Corea del Norte, Kim Jong-un, y Corea del Sur, Moon Jae-in, se saldó ayer con un avance en el acercamiento de los dos países y con un guiño a EE UU para reavivar el deteriorado diálogo sobre la renuncia coreana al arma atómica.

Tanto EE UU como China y la UE aplaudieron el resultado de la cumbre, aunque está por ver si los gestos simbólicos se materializan al fin, ya que el proceso para la desnuclearización de Corea sigue sin contar con calendario.

La oferta de Corea del Norte sobre su plan atómico consiste en el desmantelamiento total del complejo de Yongbyon, epicentro de su programa nuclear, ya que es allí donde se enriquece el uranio. Fue precisamente la denuncia por los servicios de inteligencia de EE UU, el pasado julio, de que en Yongbyon había intensa actividad la que situó en vía muerta el proceso de diálogo abierto por la cumbre de Singapur el pasado junio. Además Kim ofrece cerrar la base de lanzamiento de misiles de Sohae, algunas de cuyas instalaciones ya fueron desmanteladas tras la cumbre de Singapur.

El ofrecimiento se recoge en la declaración conjunta firmada por Kim y Moon como cierre de la cumbre. En ella se reafirma el compromiso de "eliminar las armas nucleares de la península coreana" y se subraya la importancia de "lograr cuanto antes progresos reales" en la desnuclearización.

En el plano bilateral, las dos partes firmaron un histórico acuerdo militar, el más ambicioso desde el final de la guerra (1953), que reduce el riesgo de choques fronterizos. También acordaron conectar sus carreteras y vías férreas, y presentar una delegación común a las Olimpiadas de 2032. Kim añadió que antes de fin de año se convertirá en el primer presidente norcoreano en visitar Seúl.