Mientras la derecha francesa se reagrupa, la izquierda se divide. El triunfo sin paliativos de François Fillon sobre el ex primer ministro Alain Juppé en las primarias del domingo se tradujo ayer en un respaldo sin fisuras al ex primer ministro de Nicolas Sarkozy, pero no ocurre lo mismo en las filas de la izquierda. Y si bien la izquierda moderada y la radical ya cuentan con aspirantes al Elíseo en las elecciones de 2017 (el joven exministro de Economía Emmanuel Macron y el veterano líder izquierdista Jean-Luc Mélenchon), en el seno del gobernante Partido Socialista (PS) no solo se vislumbra incertidumbre, sino también tensión.

François Hollande, el presidente con índices más bajos de popularidad en las últimas décadas en Francia, tiene previsto anunciar si opta a su reelección dentro de unos días, a comienzos de diciembre. Para muchos destacados socialistas y compañeros de Gobierno, una nueva candidatura de Hollande sería un grave error; de ahí que su siempre ambicioso primer ministro, Manuel Valls, coquetee abiertamente con la posibilidad de presentarse a las primarias socialistas de enero, en la creencia de que puede evitar la derrota de la izquierda en las presidenciales del año que viene.

Aunque la tensión se masca, el portavoz del Ejecutivo de Hollande, Stéphane Le Foll, trató de atajar ayer este escenario descartando de plano un duelo en primarias entre el presidente y el primer ministro. "No habrá primarias entre el presidente y el primer ministro (...). El primer ministro puede presentarse, pero, si lo hace, ya no será primer ministro", aseguró Le Foll en una amenaza nada velada a Valls.