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Atentados en París

La pista de baile de los gallegos

En los 70, la sala Bataclan, donde se produjo el mayor número de muertes de los atentados, ponía música española y funcionaba como un club social para los emigrantes

Elías Fernández, de Gondomar, ante la cafetería de Bataclan. // Cedida.

Si en Nueva York la colectividad gallega es incluso dueña de una de las salas de fiestas más míticas de la ciudad, el "Webster Hall", en París también disfrutó durante un tiempo, aunque no fuese de su propiedad, de un local que, junto a otros emigrantes procedentes de España, sentía como propio, el Bataclan. Ese nombre que se ha hecho tristemente famoso estos días ya antes formaba parte del acervo memorístico de las generaciones de gallegos que fueron a buscarse la vida en la capital francesa en los 70. Como explica Elías Fernández, ourensano que vive en Gondomar, que fue portero de la sala unos siete años, el lugar servía de punto de encuentro para conocerse y de allí salieron incluso matrimonios.

Así ocurrió con los hermanos Manuel y Daniel Blanco, de Burela, en Lugo, que volvieron para su tierra natal con compañeras de Extremadura y Castilla. Los dos trabajaron como camareros de la sala en la primera mitad de los 70, cuando era propiedad de un vasco y la música que sonaba no era Edith Piaf, sino pasodobles, y cuando los conciertos que convocaban a las masas de españoles se expresaban en la lengua cervantina, desde Camilo Sexto a Manolo Escobar, pasando por Antonio Molina, Conchita Piquer, Carmen Sevilla o Peret... Como afirma Manuel, "todos los míticos que salían de España pasaban por allí". E incluso alguna miss, apunta Elías Fernández.

El aforo entonces rondaba las 1.700 personas, pero se quedaba pequeño en aquellas ocasiones, como recuerda Fernández, quien, como portero, se encargaba de la seguridad del local y de mantener fuera a los problemáticos. A veces incluso ayudaba como "escolta" de algún personaje que acudía a algún evento o evitaba que los "groupies" (aunque él no usa esa palabra) se colaran para intentar "abrazar" a los artistas. Solo recuerda algún rifirrafe aislado, porque los clientes accedían a su petición y se comportaban, explica, "como caballeros".

"El ambiente de la sala entonces, la música, era español", explica, director de orquesta incluido. Y eso en aquel momento quería decir, "en el 80 por ciento de los casos" gallego, pese a que toda la diáspora se daba cita, desde asturianos a andaluces, como puntualizan los hermanos Blanco, en las salas de fiesta parisinas, no solo en Bataclan. "Ibas por la calle y escuchabas hablar español casi como por aquí", comenta Fernández, que se marchó de Francia en 1978, pero que volvió varias veces a París y a la cafetería de la sala.

Fernández recuerda que el éxito de la sala se debía a que los gallegos "eran muy de fiestas" y allí bailaban los fines de semana desde tangos a pasodobles. Los días laborables, en verano, eran sesiones para turistas. "Los sábados, cuando abría hasta las cuatro o las cinco de la mañana, y los domingos, hasta las diez y media, el Bataclan estaba a tope. Y ya no le digo cuando había un concierto de algún cantante español. Todos los importantes pasaban por allí y todo el mundo iba a verlos", explica.

También recuerdan esos momentos los hermanos Blanco, quienes subrayan cómo después de una semana trabajando, las salas de fiesta recibían a los españoles, y no solo el Bataclan. "Donde iban los españoles, íbamos todos, y nos encontrábamos todos. Allí conocimos a nuestras señoras y nos casamos", explica Daniel, quien resalta el "ambiente formidable" de un local en el que durante varios años él y su hermano trabajaron de camareros los fines de semana como un "extra", porque el resto del tiempo tenían otra ocupación. Aun así, Daniel se refiere a su tierna juventud en Francia (tenía 14 años al irse) como "mejor, imposible", aunque había que "adaptarse".

Tanto para los hermanos Blanco como para Elías Fernández, Bataclan aparece asociado a los "años de juventud", "lo mejor de la vida", por eso la noticia del atentado les "derrumbó". "Incluso me puse a llorar", confiesa Fernández. Daniel Blanco, que se enteró de la noticia en un bar, se quedó "impactado" por la "masacre" y "dolido", y Manuel añade que le pareció "estar viendo" a la gente en el interior del local, cómo se moverían, dónde se esconderían... "Nos afectó mucho", proclaman.

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