La captura, el viernes, de siete observadores militares internacionales por los insurrectos prorrusos en la localidad ucraniana de Slaviansk disparó ayer la tensión en Ucrania, al combinarse con reiteradas denuncias de Ucrania y EEUU sobre violaciones rusas del espacio aéreo de la exrepública soviética.

Sin embargo, las autoridades de Kiev dieron ayer marcha atrás y precisaron que los aparatos del Kremlin se quedaron a unos 2 o 3 kilómetros de la frontera común. La misma junto a la que tropas rusas efectúan maniobras militares desde el pasado jueves en respuesta a la reactivación, el martes, de la ofensiva ucraniana contra los insurrectos prorrusos.

La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) ha enviado un equipo negociador a Slaviansk para intentar la liberación de los observadores, entre los que figuran tres militares y un traductor alemanes, además de otros cuatro militares: un polaco, un danés, un sueco y un checo. Junto a ellos viajaban también, en un autobús, cinco militares ucranianos, que levantaron las suspicacias de los prorrusos.

Alemania exige la liberación inmediata de los rehenes, ya que, según precisó el viernes la OSCE, se trata de un grupo de observadores bajo mandato germano cuya presencia en Ucrania es el resultado de "acuerdos bilaterales" y escapa a la competencia directa de la organización con sede en Viena. Francia se sumó a esta exigencia de Berlín.

Con la crisis de los observadores abierta desde primera hora de la tarde del viernes, sólo fueron necesarias las denuncias de violación del espacio aéreo ucraniano para que la marmita empezara a bullir de modo peligroso. Poco antes de la medianoche del viernes, el departamento de Defensa de EE UU dio la primera alerta, explicando que las violaciones, cometidas en las 24 horas anteriores, habían sido reiteradas. Apenas unas horas antes, el Pentágono había expresado su preocupación por las maniobras militares rusas.

El primer ministro ucraniano, Arseni Yatseniuk, desplazado a Roma, cifró ayer en siete las violaciones del espacio aéreo cometidas y anunció su precipitado regreso a Ucrania. Las autoridades de Kiev, visiblemente nerviosas ante los movimientos de Moscú, reiteran a cada tanto desde el viernes que están a punto de sufrir una invasión y apuntan que Rusia busca provocar una III Guerra Mundial.

Tal vez sea esa la razón de que, hacia el mediodía de ayer, Kiev diera marcha atrás y precisase que "en ningún momento" aviones rusos habían invadido su espacio aéreo. El ministro de Defensa ucraniano, Mijail Koval, en una intervención nada convincente, aludió tan sólo al vuelo de cuatro aviones hacia mediodía y explicó que se habían acercado a 2 o 3 kilómetros de la raya fronteriza.

La espectacular subida de presión en la caldera ucraniana ha incentivado la voluntad sancionadora de Occidente. EE UU y la UE tienen previsto imponer una nueva ronda de castigos a entidades y ciudadanos rusos mañana, lunes, incluyendo, por parte de Washington, a personas del entorno del presidente Putin, algo a lo que Bruselas se muestra reacia. Por su parte, los países miembros del G7 -EE UU, Francia, Reino Unido, Italia, Alemania, Canadá y Japón- también han decidido la imposición "urgente" de sanciones.