Millones de árabes celebraron ayer la festividad de Eid al Fitr que pone fin al mes de ayuno del Ramadán y lo hicieron en un clima de creciente tensión, con sus puntos fuertes situados en Egipto y Siria y Yemen. En este último país, la tensión es especialmente elevada al haberse convertido en el epicentro de la alerta antiterrorista global lanzada la pasada semana por EE UU.

En Egipto, tras anunciar el miércoles el Gobierno salido del golpe militar del pasado julio 3 de julio que daba por concluida y fracasada la mediación internacional con los islamistas seguidores del depuesto presidente Mursi, se esperaba anoche un inminente desalojo de las principales acampadas de los Hermanos Musulmanes. Seguidores y detractores de Mursi convocaron grandes manifestaciones.

El Ramadán, que comenzó una semana después del golpe no ha logrado poner fin a las protestas multitudinarias a favor y en contra del mandatario depuesto. Ni el calor ni el ayuno disuadieron a decenas de miles de islamistas seguidores de Mursi de continuar sus acampadas y organizar marchas masivas para pedir su regreso al poder.

El presidente interino de Egipto, Adli Mansur, aseguró la noche del miércoles que su Gobierno ha dado tiempo suficiente a que cese la violencia en el país y adelantó que las autoridades darán "pasos calculados que no serán condescendientes".

Mansur se dirigió a los partidarios de Mursi para advertirles de que "nadie puede contradecir la voluntad del pueblo", por lo que les instó a abandonar rápidamente sus acampadas. Poco antes de que hablase Mansur, el gran jeque de Al Azhar, la institución más prestigiosa del islam suní, Ahmed al Tayeb, instó a la unidad en Egipto y subrayó que no se volverá a la estabilidad en el país si continúa la actual polarización.

Siria y Líbano

En Siria, el Ramadán tampoco ha dado una pausa a la violencia, ya que, según la oposición, más de 1.700 personas han muerto a manos de las tropas del régimen durante el mes sagrado. No solo la violencia ha aumentado, sino también los precios de los productos básicos, lo que ha añadido más sufrimiento a los sirios. Algunos ciudadanos han llegado a lanzar campañas en las redes sociales para pedir el boicot de los alimentos que se hayan encarecido demasiado y presionar así a los comerciantes para que revisen los precios.

En el vecino Líbano, el Ramadán se ha caracterizado por la tensión y el vacío institucional, aunque por el momento el país ha podido evitar la guerra que amenaza con apoderarse de él como un epígono del conflicto que desangra a Siria. En el centro de Beirut se ha notado el aumento de las personas necesitadas, sobre todo entre los refugiados sirios, que hacen largas colas esperando la llegada de camiones de comida para el iftar y la ayuda de asociaciones caritativas.