El mayor riesgo que encara la industria manufacturera es que su producto se convierta en una commodity, máxime en un escenario globalizado. Y, sobre todo si, como acontece con la conserva, tiene que pelear con márgenes muy reducidos. Es la espada de Damocles de una industria que emplea, solo en Galicia, a más de 25.000 personas. Porque las fábricas necesitan aprovisionamientos de terceros países, que por otra parte no se conforman ya con la venta de atunes enteros o lomos precocidos; quieren comercializar sus latas. "Todo el mundo quiere vender conservas en la Unión Europea. Es lógico, es valor añadido", resumió ayer el responsable de Flota y Compras de Jealsa, Odilo Romero, en una de las conferencias de la IX Conferencia Mundial del Atún, que reúne a unos 350 directivos del sector de todo el mundo. "Hay un serio peligro de importaciones masivas de China, y no solo de lomos de atún, sino también de conserva", refrendó el responsable de Operaciones de Atunlo, Alberto Gros.

El contexto siempre ha sido complejo. De un lado estaban las factorías de transformación, necesitadas de contingentes para abastecer sus líneas de producción; de otro las armadoras, reticentes a abrir las puertas de Europa a pescado más barato de terceros países. La irrupción del atún ya elaborado implica un cambio disruptivo para el sector. De las más de 710.000 toneladas de conservas de atún que se consumen en Europa, casi 400.000 proceden de fuera del continente; en los dos últimos años la entrada de producto de Ecuador y Filipinas se ha encarecido un 28 y 40%, respectivamente, de acuerdo a los datos expuestos por Romero.

A su juicio, los acuerdos comerciales firmados por Bruselas no siempre ayudan a la industria. "No es suficiente con hablar de más valor añadido. Es todo muy teórico", enfatizó, y emplazó a la Administración estatal a exigir que todos los países de la UE apliquen la misma normativa de control que España. "Si nosotros la cumplimos y los demás no no tiene ningún sentido", comentó un directivo entre el público. "Eso es lo fundamental". La industria conservera gallega, líder absoluta en Europa, ha de pelear contra los bajos costes tanto de mano de obra -con tres dólares la hora en Asia, frente a los 13,7 de España- como logísticos. El coste del transporte por tonelada es de 95 dólares desde Ningbó (China), frente a los 260 dólares desde las Seychelles.

"Lo que no puede ser es que unos estemos cumpliendo perfectamente las normas desde el punto de vista medioambiental, de todo lo que es pesca ilegal y no reglamentada, de derechos humanos, etcétera, y otros estén manga por hombro en estos aspectos", clamó el secretario general de Anfaco, Juan Vieites, durante la sesión inaugural. "Las cosas tienen que evolucionar en ese cumplimiento de normas y en esas capturas sobre todo, en esas cinco millones toneladas de atún que se capturan en el mundo, de manera que sea de una manera equilibrada para intentar tener peces para el mañana", concluyó.

En este maremágnum -ventajas competitivas para terceros países, falta de control de pesca ilegal, mano de obra y logística baratas- entra como colofón el consumidor que, se queja el sector, sigue sin valorar la conserva de atún en su justa medida. "Necesitamos un cambio de paradigma y ganar más consumidores", agregó el director de Desarrollo de Bolton, Luca Alemanno. "El consumidor final está desinformado", compartió Gros. Su "educación" respecto a cómo y dónde se pesca, y cómo y dónde se elaboran las conservas, aún frente al alza de las marcas blancas (o de distribuidor), es un aspecto clave para el futuro de esta actividad.