Las campanas, los gritos de los compradores en su jerga eterna y los gestos de los pescaderos. La mítica escena se repitió ayer, por última vez, en la subasta de Tsukiji, en Tokio, antes del desmantelamiento del mayor mercado de pescado del mundo.

Tras 83 años de historia, el proveedor de la megalópolis tokiota de marisco e importante punto turístico, abandonará sus gigantescos y deteriorados hangares con techos de lona, a la intemperie, para reabrir el jueves en un flamante sitio nuevo de la bahía de Tokio.

Los mayoristas expresaron su preocupación ante la resistencia a los sismos de las viejas estructuras, la salubridad de un lugar infestado de ratas y el uso de amianto en algunos edificios en estado de ruina.

Los turistas, que esperaban horas con la esperanza de obtener una de las 120 plazas reservadas para asistir al espectáculo de la venta de atún, también molestaban a los mayoristas, que veían en ello un obstáculo para su trabajo diario.

En el nuevo emplazamiento, los sistemas de refrigeración son ultramodernos y los visitantes estarán confinados en galerías especiales aisladas por vitrinas.