Calendaria 2023

A estas alturas seguro que muchas entidades, instituciones, organismos, iglesias o empresas tendrán ya en las imprentas sus calendarios correspondientes al nuevo año

Lauren Waser, uno de los rostros del calendario Pirelli 2023.

Lauren Waser, uno de los rostros del calendario Pirelli 2023. / Emma Summerton

Darío Villanueva

Algunos de ellos se han hecho famosos y son muy apreciados, como el publicado desde 1964 por la sección británica de Pirelli que no está a la venta sino que es distribuido directamente por la multinacional italiana como una deferencia especial hacia clientes distinguidos y señaladas personalidades.

Destaca el calendario Pirelli por la calidad de los artistas encargados de fotografiar a hermosas actrices y modelos, entre aquellos Karl Lagerfeld, que en 2011 introdujo por primera vez el posado de varones. Muy populares son, en este sentido, los calendarios con imágenes de bomberos, cuya prestancia física, solidaria de su eficacia y arrojo en la extinción de los incendios y otros socorros prestados en situaciones límite, facilita el éxito de sus ventas en beneficio de causas solidarias.

No estoy seguro de que la Universidad de Granada continúe participando de esta tradición. Efectivamente, en 2017 su Unidad de Igualdad y Conciliación editó una Calendaria que se presentaba con el arropamiento y aval (en inglés) del lema YES WOMEN CAN. Los nombres de los doce meses aparecían feminizados sin mayor dificultad; bastó con sustituir la O -réproba letra del abecedario que en su calidad de morfema gramatical del género masculino (e inclusivo) actúa como ariete del heteropatriarcado- por la A feminista: Enera, Febrera, Marza, Abrila, Maya, Junia, Julia, Agosta, Septiembra, Octubra, Noviembra y Diciembra.

El director de la Unidad de Igualdad tampoco quiso dejar huérfano de discurso (o relato) tan laborioso empeño, pero he de reconocer que, al menos para mi caletre, no resultaba muy clarificadora la explicación por él aducida en los siguientes términos: “El machismo ha presentado la realidad como una incógnita con el objeto de quitarle el significado a cada día, a cada mes… a todos los años. No podemos caer en su trampa y presentar sus consecuencias como accidentes, porque son el resultado de todas las circunstancias que hacen que formen parte de ese siempre que nos ha acompañado a lo largo de la historia”.

"Ha habido ejemplos de injerencia en los términos de los idiomas"

Como tradujeron del Kohélet, más conocido en griego como Eclesiastés, nuestros judíos de Ferrara, viene a cuento la máxima de que y no nada nuevo bajo del sol. Cierto que a lo largo de la Historia ha habido numerosos ejemplos de injerencia en los términos de los idiomas por parte de los poderes políticos o religiosos institucionalizados. Si calificásemos estas intervenciones como ejemplos de corrección política avant la lettre, extremo que no tengo nada claro, podríamos concluir que, por el fracaso que acompañó a la gran mayoría de ellas, es razonable vaticinar que algo parecido sucederá con las conminaciones a mordernos la lengua que menudean en nuestra posmodernidad.

Así por ejemplo, una vez promulgado en el año 313 el Edicto de Milán por el que los dos emperadores, Constantino I el Grande y Licinio, reconocían el Cristianismo como religión oficial del Estado no tardó en manifestarse la oposición por parte de los clérigos en contra de que los días de la semana siguieran identificándose con los nombres de los dioses paganos. A finales del siglo V fue especialmente beligerante contra esta circunstancia el obispo Cesáreo de Arlés, y en la centuria siguiente Martín de Braga.

Así, el primero clamaba porque ningún día de la semana tomase los nombres demoníacos de deidades antiguas como Marte, Mercurio o Júpiter: “Nullum diem daemonum appellatione dignum ese iudicemus, et nunquam dicamus diem martis, diem mercurii, diem iovis; sed priman et secundan vel tertiam feriam”. Sus diocesanos, hablantes de un latín vulgar que estaba ya evolucionando hacia lo que sería el romance francés, hicieron sin embargo caso omiso de su reconvención, y acabaron confirmando el mardi, mercredi o jeudi, e incluso el todavía más perverso vendredi, el día venéreo (dies Veneris, dedicado a la diosa Venus). Más suerte tuvo, por el contrario, el prelado bracarense, dado que el portugués es la única lengua neolatina en la que los días de la semana se denominan segunda, terça, quarta, quinta y sexta feira. No existió problema, sin embargo, con el domingo, dies dominicus o “día del Señor”, y el sábado, día "del descanso", procedente del hebreo šabät.

No mayor suceso tuvieron en un empeño semejante al de los obispos medievales los revolucionarios franceses de 1789. La Convención Nacional decretó un Calendier républicain que tuvo vigencia entre 1792 y 1806. Diseñado por un matemático, Gilbert Romme, al que secundaron varios ilustres astrónomos, los nombres concretos para los meses salieron de la minerva del poeta Fabre d’Églantine: Germinal, Floreal y Pradial para la primavera; Mesidor, Termidor y Fructidor para el verano; Vendimiario, Brumario y Frimario para el otoño; y los meses invernales eran Nivoso, Pluvioso y Ventoso. Abolidas las semanas como unidades de cuenta, los meses se dividían en tres décadas de diez días (desde el primidi hasta el décadi), y para anular definitivamente –en este caso-la referencia al santoral cristiano a la hora de nombrar cada día del año, tal y como hacía el calendario gregoriano, se recurría a la identificación con una planta (raisin…), un mineral (ardoise…), un animal (cochon…) o una herramienta (hoyau…).

Napoleón abolió este Calendier républicain el 1 de enero de 1806 (el día Argile del mes Nivôse), por conveniencia política (congraciarse con los católicos y el Papado) pero también por el sentido pragmático común (el resto de Europa y América seguía fiel al gregoriano). Con el derrocamiento del corso se restauró el calendario en 1814, y también fue rescatado por la Comuna de París en 1871, pero ambos renacimientos fueron efímeros, y las sucesivas Repúblicas francesas acabaron por ignorar en este terreno aquel atisbo de corrección política intentado por la revolución primigenia.

Con tales antecedentes, no se puede ser excesivamente optimista acerca de la consagración de iniciativas semejantes de nuevo cuño posmoderno como la de una Calendaria 2023.

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