El grupo mallorquín vuelve a sacar petróleo de su aparente despreocupación existencial, convirtiendo en encantado arte pop los síndromes modernos. Aquí, manda la sensación de que vivimos en un decorado móvil, todo imprevisión e irrealidad. De su serenidad catatónica salen preciosos artefactos melódicos con arreglos ilusionistas en un espectro de canciones que cubre desde del interiorismo emotivo hasta un tropicalismo a la balear, con extremos que van de "La faula del falcó III a 24/7".