La Navidad en las manos

Más de una veintena de bebés experimentan con diferentes texturas y temperaturas en un taller dirigido a estimular el sentido del tacto

Las pequeñas practican su psicomotricidad “pescando” bolas navideñas.

Las pequeñas practican su psicomotricidad “pescando” bolas navideñas. / Javier Teniente

La piel constituye la primera barrera entre el medio interno y el externo. Y es, además, un “agente” vivo que proporciona información al cerebro de forma inmediata, al estar compuesta por una gran variedad de tipos de neuronas sensitivas que permiten detectar el dolor (nociceptores), transmiten la comezón (propioceptores), notan la temperatura (termorreceptores) y codifican los estímulos mecánicos no dolorosos, como el tacto (mecanorreceptores de umbral bajo).

Este órgano, que es también el más pesado del cuerpo humano con un peso de entre 3 y 4 kilos. Y el más grande, pues mide de 1,5 a 2 metros cuadrados, concentra en la pequeña superficie que representan las palmas de las manos, y muy especialmente las yemas de los dedos, la mayor fuente de información sobre el exterior que nutre al sistema nervioso central. Es por ello que una veintena de padres se han propuesto que sus hijos experimenten poniendo a prueba el sentido del tacto. Participan en unos talleres sensoriales donde los pequeños “experimentan con libertad lo que en casa, muchas veces, sus padres evitan, porque se manchan y lo ponen todo perdido”, explica Milla, la responsable de la actividad.

“Hemos preparado una sala con diferentes propuestas ambientadas en la Navidad. Como un espacio con camiones de juguete y abetos donde se propone a los pequeños que transporten los árboles, desplazando los camiones por la tierra”, comenta Milla que en el taller hay niños desde los 6 meses hasta los 4 años, por eso “hemos recreado la textura de la tierra con una mezcla de harina, aceite y cacao. Ya que son pequeños y siempre pueden llevársela a la boca”, aclara.

Aprendiendo a meter el arroz
en la botella de “Papá Noel”,
 entrena el control 
de distancias y 
dimensiones.

Aprendiendo a meter el arroz en la botella de “Papá Noel”, entrena el control de distancias y dimensiones. / Javier Teniente

En otro rincón, los niños se alejan de la rugosidad del terreno “del bosque”, para asombrarse con el frío que desprenden los iglús de hielo y gelatina. Mientras, en otra zona de la sala otros pequeños, con la ayuda de sus padres, “intentan cortar” galletas de jengibre.

“Alba se lo pasa bien, sabe que no es un día más desde que se monta en el coche, porque se pone nerviosa”, cuenta Sonia, madre de esta pequeña de tan solo un año y nueve meses. Reconoce que para ellos “es pasar tiempo de calidad en familia, porque pocas veces coincidimos los tres juntos”. Al preguntarle por qué no juegan así en casa, Sonia lo tiene claro. “Yo no tengo tanta imaginación, mi capacidad para crear juegos y mi tiempo son limitados”. Y cuenta que es por eso que procuran participar en alguna de las actividades de ocio para bebés por lo menos un par de veces al mes.

Los padres 
participan en los
juegos.

Los padres participan en los juegos. / Javier Teniente

Además de la importancia del juego como método de aprendizaje, los niños se abren al mundo exterior. Es la piel de la yema de sus deditos la principal implicada en esta propuesta lúdica. Una superficie minúscula que está especializa en el tacto discriminativo. Es decir, aquel que determina la textura y forma. Así las pesonas podemos reconocer los objetos y proveer una retroalimentación al sistema nervioso central que le permita ofrecer la orden para ejecutar la sujeción correcta de cada objeto y el control del mismo. Los niños trabajan también las distancias y el espacio. Y la locomoción. Es por ello, que este tipo de experiencias en una etapa del desarrollo donde no se controlan cosas como la motricidad fina o aún no se ha interiorizado que lo que pincha hace daño, les sirve de “entrenamiento”.

“Los niños trabajan la psicomotricidad y se familiarizan con diferentes texturas mientras juegan libremente. En un principio les proponemos un juego, pero cuando les dejamos actuar sin reglas es cuando empieza a fluir su imaginación”, sostiene Milla.

Los talleres, que comenzaron el jueves, se extenderán hasta esta tarde, habiendo aún plazas disponibles. Tienen lugar en las instalaciones de Kenguru Espacio Familiar de 17.00 a18.00 horas.

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