Para Meira Paz, de 16 años, ser merdeira significa, además de una sonrisa de oreja a oreja, “formar parte da cultura de Vigo e Galicia”. Es desde 2019 uno de los nombres propios más jóvenes del Entroido de la ciudad, que ya calienta motores a pocos días de las fechas grandes. Ayer, se enfundó el traje de la figura tradicional acompañada de otros cuatro compañeros de la Asociación Etnográfica A Merdeira. Desde que puso un zamanco en la calle, se contagió del espíritu de una tradición que está muy viva y reclama su papel principal en el Entroido gallego, que “non só é de Ourense”, como deja claro Hadrián Román, merdeiro desde 2007.
La imagen que enarbola la bandera del Entroido olívico recorrerá las calles del Casco Vello el viernes 17 de febrero por la tarde y el domingo 19 y el martes 21 a lo largo de todo el día. Lo hará con su característica retranca y sin recorrido establecido. “Para atoparnos, terán que buscarnos. Imos molestar os veciños con fariña, bromas pesadas ou golpes coa vara. Sairemos uns 25 este ano de varias idades: desde 16 ata máis de 50”, advertía ayer Román antes de poner en valor esta figura de carácter popular recuperada en 2006 tras remitir en los años 20 del siglo pasado por medio de ordenanzas municipales.
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Representa la intensa rivalidad que existía entre los marineros y los labradores, que iban al puerto en busca de abono natural para sus campos: recogían los restos de los pescados –tripas, aletas, etc.– y limpiaban los pozos negros, de donde viene el término merdeiro –criticaban su tarea y olor–. Los primeros ridiculizaban a los segundos imitándolos de forma exagerada en su vestimenta y utensilios: camisa por fuera, algo que estaba muy mal visto en la época; una máscara “fea” con lana de oveja en vez de pelo para trasladar la imagen de suciedad; y ajos, cebollas, puerros o berzas en la cintura, donde los trabajadores de la tierra solían portar el farol para ver cuando se despedía la luz natural. “Os campesiños tiñan un íntimo convencemento de inferioridade do seu vivir en contraposición da loita heroica dos mariñeiros”, explican desde la Asociación Etnográfica A Merdeira.
Unos cien años después, los vigueses y visitantes podrán disfrutar de esta tradición de una forma más festiva, un logro que, para Román, supone un “verdadeiro orgullo”. “Éncheme moito ser merdeiro. Foino o meu bisavó: reuníase cos seus amigos e saían á rúa”, comentaba.
Uno de los objetivos de A Merdeira es atraer a gente joven. Lo hacen con charlas en centros educativos y con el boca a boca. Otra de las canteranas es Alexandra López, de 16 años. Empezó animada por su padre. “Gústame saír á rúa vestida co traxe, correr e facer ruído. O Entroido é unha época moi bonita do ano e, deste xeito, podo disfrutala máis”, destacaba minutos antes de ponerse la ropa de la figura tradicional del Carnaval vigués. “Intento convencer os meus amigos para que formen parte desta tradición. Consigo que veñan vernos”, apostillaba.
Entre los veteranos, está Xoan Pinto, merdeiro desde hace unos 12 años. “Trabajo en el mar y considero que es una actividad bonita para conservar la tradición. Me permite vivir el Entroido en una ciudad, que es algo complicado”, apuntaba.
A modo de previa, A Merdeira organizó ayer la VI Merdeirada Cativa con un taller de caretas para los más pequeños, que salieron vestidos de la figura del Entroido vigués y hasta lanzaron harina al público. Para finaliza la jornada, disfrutaron de una chocolatada.