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Jornada de limpieza en lacala de A Cantareira.Cameselle

20 AÑOS DEL PRESTIGE

El jaque de la marea negra a la joya natural de Vigo y las Rías Baixas

Miles de marineros y voluntarios se dejaron durante meses la piel para frenar el avance de las manchas de fuel más allá de las Cíes

Repitieron una y otra vez hasta la saciedad que no iba a llegar, que no iba a tocar la ría, que de verdad que no, y que mucho menos lograría entrar en la lengua que trazaba el mar tierra adentro. No se fiaron de aquellas palabras, porque algunos ya habían visto con sus propios ojos lo que había ocurrido en el corazón de A Costa da Morte, así que decidieron subirse a un barco y acudir a su encuentro temiéndose lo peor. Y efectivamente, flotando a la deriva en medio de la nada se cumplían los más oscuros pronósticos, unos presagios tan negros como aquella mancha que se aproximaba sin pausa a la joya natural de la bocana de la ría de Vigo.

Fue a escasas millas de las Illas Cíes en donde el barco se quedó “embarrado”, así fue cómo se llevaron la sorpresa. Le clavaron el bichero y pudieron comprobar qué era aquello del chapapote y sin dudarlo llamaron a tierra para comunicar que ya estaba allí, que sí había llegado y que sí iba a tocar la ría, empezando por el archipiélago vigués. A bordo de aquella embarcación iba el que entonces era el patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Vigo, Julio Alonso, quien, 20 años después de ver por primera vez los restos del fueloil que había derramado el Prestige amenazando las aguas en las que él y los suyos se ganaban el pan de cada día, recuerda que “era algo que nunca antes se había visto y nos pusimos en contacto entre los marineros de toda la ría para ver en qué zonas se podría recoger en el mar. Fue algo que si lo piensas, quizás hoy no lo harías, porque nos tiramos a pecho a por el chapapote para salvar la ría y nuestro futuro, sin saber si era tóxico, exponiendo nuestro cuerpo y con medios caseros. Pero lo que sí sabíamos es que las gaviotas y los cormoranes estaban empapados de chapapote, también algún cetáceo, y se te caía el alma a los pies. Veíamos nuestro futuro negro y no lo dudamos”.

Pescadores retirando fuel del mar en A Cantareira.

Sin embargo, pese a la iniciativa de marineros, pescadores y bateeiros, que se organizaron para salir a la ría e intentar frenar la marea negra que ponía en jaque a las Illas Atlánticas, el desastre llamó a las puertas el 4 de diciembre de 2002. “Á costa aínda non chegou, pero no mar hai unha plaga de manchas; isto xa non hai quen o pare”, “estamos jodidos”, “a bocana das Cíes está chea”, “pero onde están os contenedores? Os capachos están cheos” o “onte era un día fabuloso para saír a frear as manchas, pero nos dicían que estivésemos tranquilos, e hoxe, que imos facer se xa están enriba?”, fueron algunas de las declaraciones desesperadas que realizaron los marineros a FARO DE VIGO en la que tan solo sería la primera jornada de muchas a partir de entonces.

Julio Alonso cuenta que “durante los días siguientes, se salía con barcos de cerco y otros más grandes a varias millas de Cíes para cortar el paso a las manchas de fuel. La lucha de la gente del mar fue titánica porque salíamos a diario a pescar chapapote, literalmente. Después del naufragio del Prestige, durante tres meses los marineros salimos a pescar chapapote en vez de pescado. Y la clave para que no llegara a entrar en la ría estuvo ahí, porque por cada capacho que nosotros cogíamos en alta mar, evitábamos a los voluntarios que estaban en las islas recoger cuatro”.

“Durante tres meses los marineros salimos a pescar chapapote en vez de pescado”

Julio Alonso - EXPATRÓN DE LA COFRADÍA DE VIGO

En este sentido, el expatrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Vigo comenta que si la catástrofe en la ría no fue mayor fue gracias a que los marineros de la comarca no se lo pensaron dos veces y para él es inevitable establecer una comparativa entre lo que sucedió en las Rías Baixas y las Rías Altas. Así, Julio Alonso indica que “marineros somos todos, pero ellos salieron cuando el vertido les llegó a sus casas y nosotros nos organizamos entre nosotros sin contar con las administraciones, salimos al mar a por él y comprobamos que se podía pescar. Íbamos por la mañana bien temprano y no llegábamos a casa hasta las diez de la noche o así, no sabíamos con qué lavarnos, aquello se te metía dentro, algunos incluso se frotaban con mantequilla antes de meterse en la ducha para que saliera mejor eso negro que se te metía en el cuerpo, porque no había manera”.

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VÍDEO | Los ojos del 'Prestige'PI Docs

Una crónica negra

Dos gaviotas fueron el augurio de que sobre la ría se cernía una catástrofe inminente. Aparecieron impregnadas de petróleo en Playa América el 3 de diciembre de 2002 y fueron recogidas por voluntarios de Protección Civil. A última hora de ese mismo día, la Xunta de Galicia tomaba la decisión de prohibir por completo la pesca y el marisqueo en las Rías Baixas, tras haber detectado un frente de manchas de hidrocarburo que se extendía desde las proximidades de Sálvora hasta A Guarda, corriendo grave peligro el parque natural de las Illas Cíes.

Cientos de voluntarios en la playa de Figueiras.

La alerta ante la proximidad de la marea negra era máxima y el Concello de Vigo ya estaba diseñando un operativo de emergencia para intentar combatir la llegada del chapapote con personal municipal en primera instancia, pero ya tendía la mano a todas aquellas personas que quisieran ofrecerse voluntarias para intentar contener el vertido.

El 4 de diciembre el crudo dio un primer beso traicionero al litoral vigués. Entró a toneladas por la isla norte y en apenas unas horas tiñó de negro un 30% de la costa del archipiélago de Cíes, mientras en tan solo una jornada contaminaba a su vez el 70% del litoral de Ons y un 80% del de Sálvora. Aquel día, las crónicas de FARO relatan que más de un centenar de embarcaciones, unos 500 marineros y un centenar de voluntarios trabajaron a destajo, en muchos casos con sus manos como único instrumento de combate, en un intento desesperado por evitar que aquel “veneno” intoxicara lo que sentían como propio.

“Vigo debería sentirse orgullosa de todas as persoas que axudaron porque salvaron a ría”

Amador Fernández - EXCONCEJAL DE MEDIO AMBIENTE

“Un quilo que quitas é un quilo menos que queda no mar”, decían aquel día los marineros, mientras los bateeiros enganchaban con las grúas los capachos repletos de combustible a otros contenedores más grandes para descargarlos en el muelle de Massó, habilitado especialmente ante la emergencia. Con escasas palas y colectores, las personas desplazadas hasta las islas viguesas desfallecían por el fuerte olor que desprendía el crudo y debido a una jornada extenuante de limpieza que parecía no llegar a su fin, porque tras la pleamar, el chapapote volvía a salir a flote, dejando las calas y las zonas rocosas teñidas por completo de la pasta negra.

El 6 de diciembre, marineros y voluntarios de Vigo y O Morrazo lograron retirar 300 toneladas de fueloil, pese a que el manto de hidrocarburo cubría la playa de Figueiras y se regeneraba en las calas de A Cantareira, dos zonas que contaron con la presencia de 600 personas para recoger, codo con codo, las “galletas” de chapapote de la arena porque, tal y como afirmaban, “apoiamos ao noso pobo, que o perde todo”, en una clara muestra de las sensaciones de impotencia y rabia que dejaba ver un paisaje paradisíaco completamente devastado.

Dos vigueses voluntarios que acudieron a limpiar.

Al día siguiente se vivía uno de los episodios más peligrosos, cuando la planeadora moañesa “Arlensa IV” colisionaba contra otra embarcación debido al fuerte oleaje en las zonas rocosas de la playa de A Cantareira y los cinco tripulantes se vieron obligados a lanzarse por la borda hacia el manto negro para salvar sus vidas. En esa misma zona, tres embarcaciones se hundieron sin daños personales y en esa jornada un hombre tuvo que ser evacuado en el helicóptero “ Pesca 1” tras sufrir una contusión en la cabeza.

Pese al trabajo incansable de los marineros, voluntarios y operarios municipales, lo cierto es que la pesadilla se revivía al día siguiente cuando volvían a pisar el archipiélago. Si en la jornada anterior Figueiras y A Cantareira quedaban limpias, el 8 de diciembre, una barrera de hidrocarburo volvía a bailar en sus orillas en una fecha en la que de nuevo saltaban las alarmas ante la presencia de otra marea negra con 25 manchas de fuel, a tan solo 47 millas de Cíes.

El “Arlensa IV” colisionando en una zona rocosa. | // CAMESELLE

A día 10 de diciembre, el volumen de chapapote que se había logrado retirar del archipiélago de la bocana de la ría de Vigo alcanzaba las 2.500 toneladas y tras una semana librándose de aquella “peste negra”, finalmente la playa de Rodas despertó a primera hora del 11 de diciembre con incontables trozos de fueloil repartidos por su extenso arenal.

La obsesión de un concejal

Que la marea negra no “envenenara” Rodas fue precisamente la “obsesión” que durante una semana persiguió al que de aquella era el concejal de Medio Ambiente en el Concello de Vigo, Amador Fernández.

El entonces edil del BNG relata 20 años después que “dende o primeiro día que entrou en Rodas, todos os días a imaxe eran ducias de persoas de xeonllos por toda a praia quilométrica retirando coa man aquela masa negra, que de grosor era como unha empanada. Tiñamos que facelo así para evitar quitar a area e estragar a praia. Foi un traballo manual moi duro e asqueroso, en pleno inverno, e con aquilo que se pegaba ao corpo... A xente acababa rendida ao rematar o día, pero marchaban tamén coa satisfacción de estar salvando as Cíes, aínda que ao día seguinte houbera a mesma cantidade de fuel. Estivemos retirando chapapote de alí ata o mes de febreiro e así logramos conter a súa entrada na ría”.

Una voluntaria retirando el crudo en Cíes.

La gran barrera humana que salvó la ría cortando el paso al chapapote

Miles de marineros y voluntarios se dejaron durante  meses la piel para frenar el avance de las manchas de fuel más allá de las Cíes

La marea negra hizo su aparición en la ría de Vigo cuando estaba a punto de cumplirse un mes desde el hundimiento del Prestige y en los primeros días cientos de marineros del entorno fueron a por ella con un claro objetivo: crear una gran barrera humana que cortara el paso al chapapote más allá de las Cíes. Con escasas palas y capachos, recurriendo a inventos caseros y a sus propias manos, accediendo por tierra y mar a las zonas afectadas, fatigados, con náuseas e incluso desfalleciendo por el fuerte olor y el cansancio, fueron miles de marineros y voluntarios los que se dejaron la piel día tras día para salvar la ría.

En aquellas jornadas, embarcaciones arribaban también al puerto de Rodas con bocadillos, leche, agua y fruta enviados por el Concello para apoyar a las personas desplazadas hasta el archipiélago y al tercer día llegó la ayuda de Cruz Roja y Protección Civil. El 10 de diciembre se producía un desembarco militar que de poco serviría, ya que tan solo fueron capaces de aportar dos excavadoras a la playa de Figueiras, cuando disponían de una decena. A la semana de la llegada del chapapote a Cíes, había 3.500 voluntarios inscritos para ir a retirarlo, en un pequeño ejemplo de cómo dio la cara el pueblo gallego para salvar su patrimonio natural, su futuro y a sí mismo. Y, en Vigo, eso se logró.


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