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El musgo luminiscente, Schistostega pennata. | // MARTA G. BREA

El musgo de Beade, bajo la lupa del CSIC

Científicos del Ministerio creen fundamental su conservación y lo incluirán en su catálogo

El descubrimiento fortuito de un musgo luminiscente en medio del trazado del polémico vial que el Plan Xeral proyecta sobre Beade ha levantado las alarmas en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Un equipo de científicos de cuatro centros de investigación españoles se han puesto en contacto con FARO tras el hallazgo para tratar de recabar toda la información posible y así incluirlo en su próximo artículo monográfico sobre el Schistostega pennata en el que concluyen una “situación crítica” para el musgo en la Península Ibérica. Si nada los frena, en apenas unas semanas, el paper será publicado en el Journal of Bryology, una de las revistas más prestigiosas de briología, rama de la biología que estudia este tipo de plantas.

A la pregunta de si es fundamental conservarlo, uno de los investigadores, Jairo Robla (Estación Biológica de Doñana - CSIC) es claro: “No hay duda. Su clasificación taxonómica lo coloca como único en su grupo y, además, es el único musgo conocido con la capacidad de reflejar la luz y crear esa apariencia de luminiscencia”.

El Schistostega pennata, explica, precisa unas condiciones de hábitat muy singulares para evitar la competencia de otras especies que con mucha luz lo desplazan hasta acabar con él. “Por eso, todos los registros que tenemos son en cuevas, oquedades y minas”, como es el caso del acuífero bicentenario de Beade donde se ha descubierto esta especie. Simplificando, se podría decir que el musgo es un “competidor pésimo” contra otras especies y por eso, precisamente, crece en estos lugares poco comunes.

“Consideramos que es muy necesaria su preservación por su vulnerabilidad en la Península Ibérica y por todo lo que representa en el mundo por sus características específicas”, afirma Robla. Además, debido a la falta de investigación, se desconoce su reproducción en España: “En Rusia, por ejemplo, se ha descubierto que sus esporas viajan pegadas a roedores o pájaros que ayudan a su propagación. Pero aquí, por ahora, no lo hemos contrastado”, añade. “Es una joya botánica para nuestro territorio”.

¿Cómo protegerlo? Para estos investigadores no cabe duda: “Blindar la mina donde se encuentra. Si como parece, quieren atraversarla por una carretera está claro que lo destrozarán. El musgo no va a crecer al lado de una carretera”.

La tarea de los naturalistas

Este grupo de investigadores también está compuesto por Víctor González (Universidad de Oviedo), Sara Santamaría (Universidad de León) y Mikel Artazkoz (Universidad de Navarra). Todos señalan que la voluntad por proteger el Schistostega pennata nace de su afán naturalista, ya que es un trabajo que han emprendido por voluntad propia valiendose de su posición como biólogos acreditados. Su conservación, dicen, pasa por tres fases fundamentales: buscar nuevas poblaciones, proteger con ahínco las ya conocidas y tratar de hacer un seguimiento constante y riguroso. Este último es especialmente relevante porque, en función de cómo evolucionen, podrán definir qué factores lo hacen crecer o decrecer.

La capacidad de estos investigadores universitarios para instar y presionar a las instituciones para proteger este tipo de especies “no sirve de nada sin un apoyo ciudadano”. “Como en tantos otros casos, las administraciones suele primar los intereses económicos a los científicos y éticos que nosotros proponemos”, remata Jairo Robla, investigador de la Estación Biólogica de Doñana.

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