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La dirección de la Orquesta Clásica comparte apellido

Manuel Martínez, padre e hijo, dirigen mano a mano esta formación musical

Manuel Martínez, padre e hijo, junto al resto de integrantes de la Orquesta Clásica de Vigo, ayer. Ricardo Grobas

Les separan 33 años y, sin embargo, la pasión por lo que hacen es la misma en ambos. Manuel Martínez (hijo) y Manuel Martínez Álvarez-Nava (padre) tienen una dilatada carrera en el mundo de las orquestas, sobre todo, Álvarez-Nava. Tomó posesión de su puesto como catedrático de violín en el conservatorio de Vigo en octubre de 1983 y en enero siguiente fundó la que hoy es la Orquesta Clásica de Vigo. En la actualidad, con tres orquestas sinfónicas en Galicia, sigue siendo la única que forma cantera musical entre los alumnos de los conservatorios gallegos. Lleva dirigiendo y enseñando al mismo tiempo desde hace casi treinta y siete años y lo hace con la misma pasión que cuando comenzó, con veintiséis años.

En Manuel Martínez (hijo), aunque hizo Historia del Arte, el mundo de la música corría por sus venas desde la cuna y aunque coqueteó con la guitarra un tiempo, tiene estudios de violín y de piano y ahora es el órgano es el instrumento que ocupa su tiempo. Decidió coger las riendas de la gestión de la Orquesta Clásica de Vigo hace cinco años, aunque lleva colaborando con ella desde 2012. Se encarga de la parte de la producción como director técnico, mientras que su padre se centra en la parte artística. El próximo 9 de junio estrenan en el Teatro de Afundación la versión soviética que hizo R. Shchdrin –reconocido instrumentista de la URSS– de la Carmen de Bizet. “Es algo increíble, porque llevamos a 50 músicos, entre profesionales y estudiantes de conservatorio que hacen algo muy serio y transgresor. Es Carmen pero con una revisión de los 60´s con mucha sutileza, donde es Carmen pero con un lenguaje contemporáneo y no se pelea con la original. Es transgresora porque la percusión adquiere el papel de solista y será quién tenga el rol principal”, explica Manuel Martínez, director técnico de la Orquesta Clásica de Vigo.

La Orquesta Clásica de Vigo durante el transcurso de un ensayo, ayer. Ricardo Grobas

Siempre es difícil hablar de un padre o de un hijo, pero, si cabe, aún más cuando el otro está delante. Entre ellos existe la sintonía propia de dos personas que se conocen bien. Cuando trabajo y familia se unen es inevitable que surjan roces que siempre se acaban solventando gracias “a llegar a un acuerdo o a un punto medio, esa es la clave”. Manuel Martínez hijo ya no se acuerda de la primera vez que tuvo entre sus manos un violín, probablemente, uno de los más especiales. “Fue un dieciseisavo (violín) que construimos con una caja de madera y unas cuerdas. Manuel tenía apenas 3 años”, recuerda Álvarez-Nava.

Después vendría el piano y el conservatorio y las decenas de horas empapándose de los conciertos en el Teatro García Barbón que le “hicieron normalizar esa experiencia, a veces diaria, y oras semanal”. Pero aquel niño necesitaba explorar otros caminos musicales más allá de los clásicos, y en la actualidad, combina su labor en la Orquesta Clásica de Vigo con otros proyectos como su colaboración con la organización del Festival “Sin Sal” o el Festival “8 Pés”, que este año celebrará su segunda edición. “La música clásica primero me atrapó, luego me ahuyentó y después volvió a atraparme. Hace diez años volví a encontrarle esa parte más creativa que es la que me gusta. Este concierto es uno de los descubrimientos que más felicidad me ha reportado, porque hemos conseguido algo que, a veces, es muy difícil: que 50 personas sean un único instrumento y eso es increíble”, destaca.

En sus cabezas hay solo dos objetivos pero ambiciosos: innovar en la música clásica y hacerla más próxima al público. Sorprender tanto al aficionado como al que se acerca por primera vez. Claro, que eso no se consigue de un día para otro, sino que hace falta constancia y muchos debates internos. “Trasladar la flexibilidad que exigen los nuevos conceptos que queremos introducir a los músicos o tratar a la poetisa Silvia Penas como una instrumentista más requiere un esfuerzo por parte de todos. No es fácil. Y codirigir con un padre, tampoco. Pero, en gran medida, por eso estoy aquí. Porque cuando me metí en la carrera me dijo: haz lo que quieras y esa libertad me condujo a lo que soy hoy. Esa visión de explorar y de buscar aún la mantengo”, concluye.

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