El crecimiento poblacional de la ciudad de Vigo se vio truncado por la llegada de la pandemia en el 2020. A comienzos de ese mismo año, el censo olívico marcaba la presencia de 296.692 ciudadanos. En cambio, en 2021, la cifra cayó a 293.837. Si en los últimos cinco años la tasa de aumento era cercana al 1% anual, la llegada de la crisis sanitaria propició una caída de la población censada.
El descenso fue protagonizado, principalmente, por personas con nacionalidad española. En parte enmarcados en el fenómeno del éxodo hacia el rural y hacia municipios limítrofes –ya se ha constatado ese aumento–, más de 2.500 vigueses y viguesas de origen español abandonaron la ciudad. Pero la caída demográfica pudo haber sido más acusada. Gracias a la estabilidad de la población migrante censada en la ciudad, se suavizó. Es llamativo que haya sido así porque, precisamente, la tensión a la que está sometido el mercado inmobiliario de la ciudad complica mucho buscar soluciones habitacionales para las personas que acaban de llegar: “A día de hoy, el acceso a la vivienda es el principal impedimento para que se asienten las familias que llegan”, explica Manuel Pérez, presidente de la Federación Venezolana de Galicia (Fevega) asentado en Vigo. “Todos los ciudadanos, extranjeros o no, vivimos esa tensión. Te piden avales y muchas exigencias que cuesta cumplir. Lo que pasa es que las personas migrantes lo sufren más todavía”, argumenta Pérez.
Venezuela lidera, con diferencia, el ranking de las comunidades extranjeras con más ciudadanos censados en la ciudad. Según el registro del padrón continuo que difunde el Instituto Galego de Estatística, en Vigo hay alrededor de 6.500 venezolanos y venezolanas, “más los que todavía no se han censado”, apunta el presidente de Fevega, quien explica el motivo de la diferencia con otras comunidades –la siguiente es Brasil con alrededor 3.000 vecinos–: “La situación de inestabilidad en Venezuela ha provocado que países como España faciliten la formalización de la ciudadanía”. De hecho, la situación del país está tremendamente condicionada por el aislamiento, las sanciones económicas y la inflación en un contexto geopolítico hostil. Estos condicionantes hacen que el salario medio venezolano “esté en torno a los 5 dólares”. Debido a esta situación, la Unión Europea, y especialmente España, han facilitado el flujo de población desde este país: “Los ciudadanos venezolanos pueden solicitar el asilo humanitario aquí y en tres meses regularizar su situación”, explica el presidente de Fevega. Un problema más serio tienen aquellos compatriotas que vienen de un tercer país y no directamente de Venezuela: “A ellos no se les concede la facilidad burocrática que a los que vienen directamente”.
Manuel Pérez aclara que no existe “un perfil genérico” del migrante venezolano. El condicionante de la crisis humanitaria hace que, cada día, “lleguen familias enteras. Algunas jóvenes, otras de mediana edad... Hay profesionales licenciados, gente sin estudios...”. Además, también puntualiza que “nada tienen que ver con los emigrantes gallegos que durante el siglo pasado fueron a Venezuela”.
Así las cosas, hoy en día, del censo de Vigo se extrae que alrededor del 12% de los ciudadanos son de origen extranjero. Con un especial protagonismo para Latinoamérica: Venezuela, Brasil, Argentina y Colombia son los países que, respectivamente, aportan más flujo poblacional a la ciudad. De hecho, el continente americano aporta un 8% del total de la población: nada menos que 23.716 personas. Lo siguen Europa y África, con un 3% y un 1% respectivamente.