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Empresas encargan a detectives privados que vigilen si sus empleados se saltan el teletrabajo

Los detectives privados están a diario en la calle realizando labores de vigilanciay seguimiento para recabar las pruebas que les piden sus clientes. Ricardo Grobas

El COVID ha cambiado por completo la realidad laboral de muchos sectores. Empresas de todo tipo han apostado desde el inicio de la pandemia por el teletrabajo para evitar contagios en las oficinas. La mayoría se han percatado de que las tareas de su personal se pueden hacer a distancia y apenas han percibido cambios notables en cuanto a su funcionamiento. No obstante, hay compañías que no se fían de que sus empleados estén cumpliendo con sus funciones desde casa. Pese a que normalmente, a través de programas de control remoto, se puede comprobar si un usuario está o no conectado al sistema o al ordenador laboral, desde que comenzó la pandemia muchas empresas tanto de Vigo y su área como de la provincia de Pontevedra han decidido contratar los servicios de detectives privados de la ciudad para comprobar si sus empleados están cumpliendo con su jornada laboral. “Realmente estamos comprobando que hay gente que deja su ordenador encendido y se pasan el día fuera de casa: van al gimnasio, al supermercado...”, relata Pedro Rodríguez, investigador privado en Ábaco Atlántico.

Curiosamente, no son solo grandes empresas las que contratan a estos profesionales para este tipo de trabajos. Hay desde pequeñas firmas de abogados hasta asesorías o incluso talleres. “Las compañías fuertes tienen su propio software para este tipo de casos, pero no pueden saber si el empleado cumple el horario laboral o no, y por eso también nos contratan”, explica este detective. “Estamos comprobando que se saltan los horarios”, certifican desde Beta Detectives. Apuntan, sin embargo, que la administración pública no contrata sus servicios.

Además de ese control del teletrabajo, los investigadores privados también reciben encargos de empresas por asuntos de bajas laborales, actuaciones que también se están incrementando con la llegada de los ERTE y el COVID. Precisamente, los contagios por coronavirus y los contactos estrechos que obligan a tantas personas a pasar cuarentena provocan un importante volumen de bajas laborales. Los detectives están certificando que hay trabajadores que deberían estar confinados en sus domicilios al haber dado positivo por COVID o ser contacto estrecho y que sin embargo están saliendo de casa, saltándose por tanto el confinamiento obligatorio y poniendo en riesgo al resto de la población. “Con los ERTE además las empresas ya no dejan pasar tanto por alto las posibles bajas injustificadas y están muy pendientes. Muchas han decidido atajar los casos de absentismo laboral que creen que son irregulares”, explica Pedro Rodríguez.

Infidelidades

Al estar todo el día en la calle, siguiendo a personas, haciendo vigilancias o seguimientos tanto desde sus propios vehículos como a pie, los investigadores privados son uno de los colectivos que están más en contacto con la realidad y los que mejor pueden percibir las personas que se saltan las normas y las que no. Por ejemplo, como apuntan desde Beta Detectives, “a diario se ven chavales de entre 15 y 25 años que se juntan en grandes grupos sin mascarilla y sin ningún tipo de distancia entre ellos”. No solo eso. A nadie se le escapa que estos profesionales también reciben encargos habituales de mujeres u hombres que quieren comprobar si su pareja les está engañando con otra persona. Y es que descubrir infidelidades sigue siendo uno de los principales encargos que reciben estos profesionales. En este sentido, durante las semanas que todos los concellos de Galicia estuvieron cerrados perimetralmente y solo se permitía la movilidad por temas sanitarios, educativos o laborales, los investigadores constataron que era muy habitual ver a personas saltarse ese cierre perimetral “para ir a ver a su amante” a otro municipio. Precisamente, también están siendo contratados cada vez más, debido a la situación sanitaria que se está viviendo, por temas de custodias y pensiones. “Quieren saber si la otra parte está cumpliendo con los requisitos pactados o si están exponiendo al niño a algún tipo de riesgo”, explica el detective de Vigo Pedro Rodríguez.

En Vigo hay más de diez empresas que se dedican al sector de la investigación privada. La mayoría de ellas tiene un número reducido de trabajadores, por lo que en muchos casos, cuando les encargan vigilar o seguir a un número elevado de empleados de una empresa, por ejemplo, subcontratan a detectives freelance que trabajan como autónomos. Precisamente, a nivel empresarial, estos profesionales también atienden peticiones de compañías que quieren saber si su empleado desarrolla una actividad incompatible con su trabajo diario o si desvía información a empresas competidoras.

Las agencias, a disposición del Gobierno para detectar contagiados

Cuando estalló la pandemia, los detectives privados se pusieron al servicio del Ministerio de Sanidad para ser “rastreadores” del contagio del coronavirus, siguiendo los contactos de los infectados, ya que consideran que son los profesionales idóneos para ese cometido, que ya por entonces se estaba llevando a cabo. La propuesta se la hizo llegar la propia Asociación Profesional de Detectives Privados de España (APDPE) al Gobierno mediante un escrito, tras tener constancia de que en países como Estados Unidos los expertos consideran que la clave de la desescalada para combatir la pandemia y la reapertura económica es hacer más pruebas diagnósticas y contratar un ejército de rastreadores de contactos para evitar el repunte en los contagios. Los detectives destacaban en su escrito remitido a Sanidad “la necesidad de realizar procedimientos de rastreo con el fin de minimizar los contagios”, e inciden en que “el rastreo de contactos es un método clave para prevenir la propagación de una enfermedad y evitar oleadas futuras”. Subrayan que las funciones que pueden desarrollar estos rastreadores se incluyen a priori en la Ley de 5/2014 de Seguridad Privada. El ofrecimiento llegó durante la primera ola del coronavirus, cuando por aquel entonces había una gran incertidumbre sobre cómo afrontar la pandemia y durante la cual los propios profesionales sanitarios y los rastreadores reconocían que no daban a basto para localizar a todos los contactos estrechos que generaban los contagiados.

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