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De los "Chukis" a los "Betas": así actuaban los pandilleros en Vigo

Los grafitis que había en las escaleras de la calle Navarra de Vigo donde se reunían los “Betas”. | // A. VILLAR

Bro, brother, manito, emanito... El grupo de jóvenes que acabarían siendo conocidos como los Betas tenían el concepto de familia grabado a sangre. Se consideraban hermanos y así se solían llamar entre sí. De entre 18 y 25 años –aunque un buen puñado de ellos aún no había alcanzado la mayoría de edad–, la calle, concretamente unas escaleras del barrio de Fátima de Vigo plagadas de grafitis, era el punto de reunión de estos chavales sudamericanos. También dejaron huella, con más pintadas, en una casa abandonada de la cercana calle Troncoso. Su estética era muy característica y de ella hacían gala cuando iban de fiesta y en sus perfiles públicos o privados de redes sociales como Instagram: junto a los tatuajes y el uso de pantalones caídos y sin abrochar al estilo de los sagging pants, no era raro que algunos jóvenes se atrevieran con crucifijos y otro tipo de joyas o que se retrataran con el torso desnudo. Todo un particular mundo en el que no era nada fácil entrar.

Los Betas estaban en plena expansión en Vigo cuando la Guardia Civil tomó cartas en el asunto y les asestó un golpe del que nunca se han llegado a recuperar. La operación se desplegó en octubre de 2018: estos jóvenes que se afanaban en imitar los modos de las violentas bandas latinas a costa de acosar, agredir y robar a chavales ya no volvieron a ser los que eran. A día de hoy, cuando ya transcurrieron más de dos años desde aquel dispositivo policial, el Juzgado de Instrucción 5 está a punto de finalizar la investigación contra este grupo cuyos supuestos líderes pasaron una temporada en prisión provisional.

A la espera de lo que decida la magistrada sobre los Betas, la instrucción judicial que ya concluyó fue la realizada en el mismo tribunal contra los Chukis, los otros pandilleros detectados en la ciudad olívica. Estos fueron desarticulados en 2016. Aunque hubo un rosario de juicios y condenas contra varios de ellos por dar por ejemplo una paliza a un joven en Churruca (Vigo) o por otra violenta agresión a otro chaval en Panxón (Nigrán) durante la noche de San Juan, la causa principal contra los Chukis se desinfló hasta derivar en un juicio con únicamente cuatro acusados que se celebró esta misma semana.

¿Quiénes eran?

Pero, ¿quiénes eran los Chukis? ¿Y los Betas? Los primero a aclarar es que pese a las similitudes en su forma de actuar, dejando tras de sí un reguero de peleas, agresiones o hurtos violentos de los que eran víctimas otros chicos, nada tienen que ver los unos con los otros. Vinculados a los Chukis se identificó a unos 40 jóvenes de entre 16 y 30 años, la mayoría originarios de Colombia, Brasil o Bolivia. Se conocieron en Vigo, donde residían y donde se piensa que empezaron a actuar de forma aislada en ciertas plazas aprovechando el ocio nocturno, pero al final acabaron eligiendo el entorno de una discoteca de A Ramallosa (Nigrán) para atacar en grupo y robar. Un teléfono móvil, una cartera, dinero o una simple gorra. Todo les valía. Sus víctimas eran chavales. “Se me vino una avalancha de 20 o 30 jóvenes encima”, contaba en el juicio de esta semana un joven que fue atacado con patadas y golpes una noche que salió de fiesta con su novia y unos amigos.

Tatuajes que llevaban miembros de los "Betas" y de los "Chukis".

Muy activos en Instagram: “En la calle voy mareado con mi ‘team’; ten cuidado que te pueden partir”


La investigación judicial sobre los Betas sigue viva. Los autos judiciales y los atestados policiales permiten hacer un retrato de cómo eran estos jóvenes que tenían su territorio en unas escaleras del barrio de Fátima. Un lugar de calle Navarra al que llamaban “Bloque 30”. Estos jóvenes hicieron de su pertenencia a la banda “un modo de vida”. Algunos eran menores y los demás tenían entre los 18 y los 25 años. Muchos procedían de un clima de desintegración familiar, por lo que tenían más facilidad para pasar tiempo en la calle. Se solían mover para ir de fiesta a Vigo, Baiona o Cangas, donde se produjeron las agresiones y robos por los que se les investiga. También eran activos en redes sociales como Instagram o en sistemas de mensajería como WhatsApp o ThisCrush. En sus fotos en redes se mostraban ostentosos. Imágenes de dinero o de teléfonos móviles. También de relojes dorados. “Todo ello simboliza grandeza y riqueza, cosa poco habitual en un joven de 19 años”, apunta la Guardia Civil en el informe sobre un presunto beta, que también se retrató con el torso desnudo y mostrando tatuajes como un arma de fuego y unas estrellas a modo de galones. En Instagram también colgaban fotos de grupo en las escaleras donde se reunían. Imágenes en las que hacían gestos con las manos propio de la simbología de las bandas. A veces, al lado de las fotos, ponían también un texto: “En la calle voy mareado con mi team: ten cuidado porque te pueden partir”.

La mayoría de los Chukis eran sudamericanos, pero entre ellos había también jóvenes de Vigo. A raíz de su desarticulación hace cinco años el grupo se deshizo. Ya no existen. Algunos de esos jóvenes están en la actualidad en prisión por la espiral de delincuencia en la que acabaron inmersos. Otros, afortunadamente, se alejaron de ese violento mundo.

Pero cuando se consiguió eliminar a esos primeros pandilleros, poco a podo fueron tomando forma otros. Los Betas. Un grupo también nacido en Vigo pero más evolucionado y violento, como describió la Guardia Civil. Y más hermético que el de sus predecesores, con los que no tenían ninguna conexión: muy cerrados en su vida real y virtual, todos los betas eran sudamericanos, no se identificó a ningún español. Principalmente originarios de la República Dominicana, también había chicos de Colombia, Perú, Venezuela, Paraguay o Brasil. Empezaron robando en la urbe olívica y después se decantaron por el Val Miñor, por Baiona. Sus fechorías también llegaron a O Morrazo, dado que iban con frecuencia de fiesta a Cangas.

Con jerarquía

Sus víctimas, según aparece recogido en las denuncias que constan en la causa, los conocían bien. De verlos en “fiestas” y porque se hacían notar. “Van increpando a la gente. Piden cigarros. Buscan lío”, decían sobre ellos. Los atestados policiales realizados por la Guardia Civil revelan que los Betas tenían una clara jerarquía y que la violencia estaba muy presente en sus modos. “Había violencia interna como disciplina y externa hacia rivales y víctimas”, resumen. El robo de teléfonos móviles era una de sus principales actividades delictivas.

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