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Su último bordado, un cartel de cerrado

La conocida tienda de encajes Faro Vilano, ubicada junto a la Colegiata, baja su persiana tras medio siglo de historia | “El COVID impulsó este cambio de etapa”, narra su dueña

Dori Domínguez, responsable del negocio y nuera de su fundadora hace ya 50 años. Marta G. Brea

Justo cuando el entorno de la Colegiata está cerca de una importante reconversión, con la rehabilitación de varios edificios abandonados, la plaza pierde uno de sus estandartes. Y es que resulta difícil pasear por la zona sin que las miradas se detengan en uno de los escaparates con más lustre y engalanados de cuantos abrazan al templo: Faro Vilano. La célebre tienda de bolillos y encajes –la única especializada en esta artesanía camariñesa que queda en la ciudad– abrirá por última vez la persiana el 31 de diciembre tras casi medio siglo de historia, vivencias suscritas bajo los apellidos Alonso Correa. De nombre, Carmen; una mujer natural de la Costa da Morte, por lo que ya en su ADN lleva intrínseco el amor por el arte de las palilleiras.

A sus ya 93 años, llevó las riendas de la tienda –que ofrece desde juegos de mantelería, pañitos, bandejas o pañuelos hasta cualquier modelo de encajes– desde sus inicios en 1974 en calle Real hasta pocos años después de 2000, cuando se jubiló. Entonces decidió dejarla en manos de sus nueras, Conchi Reguera y Dori Domínguez, y es esta última la que regenta actualmente el negocio familiar.

Reconoce que Faro Vilano ya “dio lo que tenía que dar” y ahora se abre para ella y su familia una nueva etapa, donde la jubilación y, especialmente, el COVID, comandaron esta ruta. “Mi suegra su jubiló cerca de los 80 años y yo quería seguir y jubilarme igual que ella, pero ante esta situación ya se hace muy complicado seguir. El COVID impulsó esta nueva etapa. Se hacía muy complicado”, explica Domínguez, mientras despacha para algunos de sus últimos clientes.

“Mi suegra su jubiló cerca de los 80 años y yo quería seguir y jubilarme igual que ella, pero ante esta situación ya se hace muy complicado seguir"

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Dori Domínguez cuenta cómo el paso del tiempo ha ido dejando atrás el interés por estos productos cuya labor artesanal tan singular y laboriosa, hace que las ventas se produzcan a cuentagotas. “Antes, o incluso cuando yo empecé sí había mucho más interés, claro. Todos los productos se hacían a mano, y ahora también se hacen con máquina, pero las ventas sí decayeron mucho. Nuestra clientela no son los jóvenes ni nuevas generaciones, tenemos otros públicos. Primero la crisis y luego el coronavirus nos obliga a echar el cierre para no perder”, argumenta Dori, quien afirma que el local lo podrá arrendar otro emprendedor.

Si ya para su suegra Carmen fue triste asimilar el cierre, estas últimas semanas también están siendo duras para Dori Domínguez. “Entiendo que son cambios pero hemos luchado mucho y trabajado mucho toda la familia para levantar el negocio pero ahora también nos toca descansar, no hemos tenido vacaciones en todos estos años; había que estar siempre abiertos. Ahora ya se completa una etapa”, explica la responsable.

“Siempre fue una enamorada del encaje, fue lo que le enseñaron desde pequeña y participaba en concursos de palilleiras para poder pagarse los vestidos”

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En su escaparate, junto a los manteles y pañuelos rebajados, se muestra una de artífices de este legado: la almohada con la que Carmen empezó a palillar de niña en su Puente del Puerto natal. “Siempre fue una enamorada del encaje, fue lo que le enseñaron desde pequeña y participaba en concursos de palilleiras para poder pagarse los vestidos”, recuerda Domínguez.

Será en diez días cuando cierre definitivamente la persiana de la única tienda especializada en puntillas y estas particularidades. “No hay otra cosa similar en Vigo, pero los tiempos cambian; ahora nos toca disfrutar”, concluye Dori.

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