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VIGUESES DISTINGUIDOS 2020

Maite Isla: "La solidaridad la aprendí de mis abuelos, les perdonaban deudas a sus clientes"

"Recibir el premio ayuda a difundir la injusticia que padece el pueblo saharaui"

Maite Isla en Tejidos Casal, donde compra parte del material para elaborar mascarillas. R. GROBAS

Maite Isla (Mondariz, 1954) es la cabeza visible de la asociación Solidariedade Galega co Pobo Saharauí, que ha sido reconocida como Viguesa Distinguida el año en el que, por culpa de la pandemia, no se podrá realizar el programa Vacaciones en Paz, que permite a los niños saharauis pasar el verano con familias gallegas. Su voluntad de ayudar a los más desfavorecidos es un ejercicio diario que proyecta también con los menores de Vigo. Horas antes de comenzar la entrevista, fue al hospital Álvaro Cunqueiro a entregar un centenar de mascarillas homologadas elaboradas en su centro de ortopedia para los menores internos en el centro.

-¿Qué significa para la asociación recibir el premio de Viguesa Distinguida?

-Nos llena de ilusión y orgullo. Tenemos muchas ganas de que llegue la gala -se prevé para septiembre-. Se valora el trabajo realizado a lo largo de estos años en la ciudad. Es una forma de contribuir a difundir la injusticia que se comete con el pueblo saharaui 45 años después del abandono de España y la necesidad de ayuda humanitaria para llevar a los campamentos en los que residen los saharauis. Pero el premio se lo tendríamos que dar nosotros a Vigo: se lo merece todo por su gran solidaridad. Es la ciudad gallega que más niños acoge: unos 90 cada verano. Agradecemos mucho a la corporación que haya pensado en nosotros.

-¿Cuál es la meta de la asociación?

-A corto plazo, paliar las necesidades de ayuda humanitaria en el Sáhara. A medio y largo, seguir luchando con los distintos gobiernos que pasan por España para lograr la libertad del Sáhara. España tiene una deuda política y de justicia con el pueblo saharaui.

-¿Confía en que se solucione?

-Sí, estoy convencida.

-¿De dónde le viene el espíritu solidario?

-Tuve los mejores padres del mundo, que fueron mis abuelos. Ellos me criaron con el valor de la solidaridad en tiempos de mucha escasez; fueron personas maravillosas. Tenían una tienda en Mondariz que era de todo: farmacia, droguería, ultramarinos? Recuerdo que los clientes llegaban a la tienda con las libretas en la que apuntaban los productos que se llevaban y que debían pagar más adelante, cuando consiguieran dinero. Mi abuelo les quitaba unas cuantas hojas para perdonarles un poco de la deuda. También leía las cartas de los vecinos sin cobrarles nada. Ayudaron todo lo que pudieron. Nunca olvidaré la frase que me decía mi abuela sobre algunas personas: "Son tan pobres que solo tienen dinero".

-¿Cómo comenzó su aventura en la asociación Solidariedade Galega co Pobo Saharauí?

-Fui a Vigo a una reunión en la que hablaban del Sáhara y me hice familia acogedora. Desde ese momento, me fui metiendo poco a poco. Es una causa tan justa que, si la conoces, no puedes mantenerte ajena. El pueblo saharaui occidental tiene playas, bancos de pesca, pulpo, y, en cambio, desde que Marruecos lo invadió hace más de 45 años, vive en campamentos de refugiados. Me decían durante la pandemia que ellos llevan más de 45 años confinados en un desierto inhóspito. Mientras el Sáhara no sea libre, seguiremos luchando.

-¿Qué le aporta ser parte de este movimiento solidario?

-Me enriquece muchísimo. Cuando me preguntan por el momento más bonito, siempre respondo que es cuando los niños se van. Vuelven sanos y con sus familias.

-¿Cuántos niños han venido a Galicia gracias al programa Vacaciones en Paz?

-Desde 1989, más de 7.000 niños de entre 8 y 13 años. Por cada grupo de diez o doce menores, viene un adulto. Tenemos muchas familias acogedoras. Destaca Vigo, donde está la sede de la asociación, por ser muy solidaria. También lo son el resto de ciudades de Galicia.

-Este verano, a causa del coronavirus, no podrán venir. ¿Cómo pasan allí estos meses de calor?

-Están bastante mal. Desde aquí, con la aportación del delegado saharaui en Galicia, organizamos programas alternativos para que lo pasen lo mejor posible: juegos educativos y entrega de alimentos. Para ayudarnos, la Xunta nos entregó 100.000 euros y el Concello de Vigo, 30.000. Algún ayuntamiento más nos ha comprometido su contribución. A la sombra, están a más de 50 grados y la ayuda humanitaria no llega porque las fronteras están cerradas. Los almacenes de la Media Luna Roja ya no tienen comida. La situación es preocupante. A ver si podemos organizar una caravana en diciembre para enviar alimentos a los campamentos saharauis. Estamos solicitando a las instituciones autobuses y cualquier otro tipo de vehículo. Saldría desde Galicia. Tendría que recorrer unos 2.000 kilómetros.

-¿Tiene pensado ir al Sáhara durante el verano?

-Sí. Posiblemente, iremos para el mes que viene el delegado saharaui en Galicia y yo. De todos modos, estamos en contacto diario con los campamentos por vía telefónica o por correo electrónico.

-¿Cómo se vive allí la pandemia?

-Con mucha preocupación. Se tomaron medidas oportunas, como cierre de campamentos y fronteras. No conocemos datos oficiales de contagiados de coronavirus. Se comenta que puede haber algunas personas infectadas en los campamentos, pero no se sabe con seguridad.

-¿Qué sueños le quedan por cumplir?

-Sueño con un Sáhara libre, pero también con una Galicia próspera y sin problemas. Deseo, además, que, metidos en una pandemia, la gente tenga sentido común, ya que este virus vino para quedarse. Que seamos responsables, llevemos mascarilla, guardemos las distancias y hagamos caso a los sanitarios, que es el mejor homenaje que les podemos servir. Será la única forma de parar la crisis sanitaria que padecemos.

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