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José Molares trabajando en "Sempre benéfica"

“Sempre benéfica”,el parto de una escultura acelerada por la pandemia

Arrastrado por un frenesí creativo, el escultor José Molares ultima “obsesionado” su nueva obra, un homenaje del Puerto a la ciudad por cuidar de los malheridos soldados de la guerra de Cuba en 1898

Ninguna otra de su larga lista de esculturas que adornan concurridos rincones portuarios de Vigo y demás plazas gallegas absorbió tanto a José Morales. Concibió la composición de la pieza que bautizó “Sempre benéfica” a finales del pasado año y hasta enero no supo que su propuesta artística para homenajear a los moribundos soldados españoles de la guerra de Cuba de 1898, y sobre todo a los vigueses que los atendieron hasta su curación o muerte, había ganado el concurso de la Autoridad Portuaria. De modo que el autor del popular Julio Verne del paseo vigués de As Avenidas se puso manos a la obra cuando ni él ni nadie podría imaginar la irrupción de esta pandemia que castiga al mundo con decenas de miles de muertos. Como la mayoría de la población, Molares ha cumplido más de 40 días confinado en su casa, en A Ramallosa, donde también tiene su estudio. Y sin embargo él se declara “obsesivamente feliz”.

Escultura "Sempre Benéfica"

El secreto para esquivar el bajón que comienza a hacer mella en la moral de todos se lo ha brindado la elaboración de un conjunto escultórico de dos metros altura que previsiblemente presidirá los jardines situados entre el Edificio de Sesiones del Puerto y la Estación Marítima de Vigo a partir del próximo septiembre. Como antes hiciera con esa efigie también obra de Molares que luce a la entrada del edificio de Portocultura, la del “Robinsón gallego” Gonzalo de Vigo, ese tripulante de la expedición de Magallanes para acabó mestizado con los indígenas, en esta ocasión el presidente de la Autoridad Portuaria, Enrique López Veiga, buscaba una intervención artística que inmortalizara lo ocurrido a raíz del dramático desembarco de esos militares llegados de La Habana. Para honrarlos a ellos y a toda una ciudad que se volcó en el cuidado de esta tropa de heridos, acogiéndolos en sus propias casas o al pie de sus camillas tratando de mitigar su dolor o una muerte imposible.

Un episodio histórico con varios aspectos coincidentes con lo que está sucediendo ahora a propósito del Covid. Así lo aprecia Molares: “Durante todo el día te están bombardeando con noticias de sanitarios, de su entrega con los contagiados por el coronavirus. Y esta escultura quiere reconocer precisamente esa acción sanitaria que protagonizaron los vigueses hace más de 120 años”. Por eso está convencido de que las dos realidades que vive a diario, una como un ciudadano más aislado y temeroso por lo que pueda suceder a los suyos, y otra como artista obligado a conseguir que sus figuras expresen la intensidad de lo acontecido hace un siglo, constituyen el motor de su motivación. “Nunca trabajé tan duro y emocionado como con esta escultura, y nunca la olvidaré”, confiesa

Con la excepcional situación provocada por el Covid-19, José Molares (Vigo, 1961) ha descubierto sensaciones que nunca había experimentado antes como artista. Empezando por una capacidad de trabajo que como todo humano creía limitada hasta que al poco de arrancar la cuarentena se dio cuenta de que había perdido por completo la noción del tiempo. “No puedo parar, me paso hasta 16 horas”. No lo dice ni mucho menos para presumir del esfuerzo. Su confesión surge de forma espontánea, de quien se sorprende de sí mismo cuando anochece o amanece sin reparar en si ha comido o cenado ya; de un artista que ya no recordaba la última vez que se dejó arrastrar por un frenesí creativo. “Una locura”, admite.

Dibujo de cómo quedará la escultura una vez terminada

Como resultado de esta locura rematará la obra antes de lo planificado. El conjunto se compone de tres elementos fundamentales: dos figuras, la de un hombre, “uno de aquellos soldados que fueron mal preparados a una guerra contra los americanos sin ninguna posibilidad de ganar”, y una mujer, “viguesa de mediana edad en representación de todas las enfermeras y en general de toda una ciudad”; y junto a ellos, un maletín de la Cruz Roja. Solo falta un mes para concluir el modelado en terracota y pasar a la siguiente fase, la creación del molde que luego se rellenará de bronce en una fundición en Madrid. Será en este taller, o puede que antes, donde Molares incorporará a su “Sempre benéfica” un detalle tan imprevisto como inevitable: una alusión a la pandemia, maldita y tan inspiradora.

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