La anciana, que el año que viene entrará en el prestigioso club de los centenarios, se ganó la vida como vendedora de zapatos infantiles, fue la pequeña de tres hermanos y por muertes de allegados y otros problemas no tuvo unos inicios fáciles junto a su madre, que era maestra de piano. Actualmente vive en una residencia viguesa para personas dependientes porque a raíz de una afectación cerebral que tuvo le quedaron secuelas y en el centro recibe todos los cuidados posibles y las llamadas diarias de su hijo Enrique que le alegran los días.

"Pude estudiar hasta los 13 años y sufrí la Guerra Civil. Una vez terminado el conflicto un tío mío murió y se complicaron aún más las cosas pero mi madre trabajaba duro para que siguiésemos adelante", afirma. Uno de los momentos más bajos de Manguero fue hace cuatro años cuando falleció su marido (11 años menor que ella) de manera repentina, por lo que se vio obligada a tener que cuidarse sola y hacer todos los recados. Su hijo cuenta emocionado la manera en que sus padres se conocieron y lo "rompedor" que resultó, ya que su madre se casó a los 42 años (una edad muy tardía para la época) y le tuvo con 47. "Ellos se conocieron en una fiesta de fin de año en 1957. Les iba bien, mi padre estuvo siempre ligado al mundo de las empresas de suministros navales", cuenta.

María Paz no tiene nietos y cuenta su único hijo sobre ella que "es algo cabezona, tiene mucha fantasía, no es muy aficionada a la cocina y se pasaba el día cantando en casa cuando él era un niño". "Estudié física y me considero inteligente pero algo despistado para muchas cosas cotidianas. Recuerdo con humor una frase que siempre me decía mi madre cuando vivíamos juntos que era "con lo listo que eres y lo tonto que a veces pareces", rememora.

Enrique reside en Madrid y no tiene contacto en persona tanto como le gustaría con su madre pero a pesar de eso reconoce que "están unidos y nunca se olvida de llamarla". En sus visitas a Vigo aprovechan para ponerse al día y darse más detalles sobre su vida diaria.