"Como era el único varón de la casa, mis hermanas y mi madre me trataban como un rey", cuenta entre risas Laureano Rey, que en 2019 cruza la barrera de los 100 años. Nació en Cambados y es hijo de una labradora y un marinero, una figura paterna a la que le cogió el relevo su tío cuando su padre emigró a Estados Unidos para trabajar. Su infancia fue feliz entre las clases del colegio y los juegos con sus amigos en la plaza cambadesa de Alfredo Brañas, algo que cambió cuando estallaron la Guerra Civil y la posterior Guerra Mundial ya que se vio obligado a alistarse en el ejército.

"Mi tío me metió en el oficio de la ebanistería y decidí aprender la profesión. Cuando pensaba que estaba labrándome un futuro laboral, veo como mi vida se arruina por las guerras", asegura. En ese tiempo conoció a Isabel (la que hoy en día es su mujer) con la que tuvo una hija a la que pusieron el nombre de su madre y con la que vive en la residencia. "Un día que iba a tomar un café vi paseando a una muchacha guapísima que me dejó cautivado. Cuando fui al baile del pueblo esa misma semana, la busqué, le pedí para bailar y desde ese día estamos juntos", confiesa con alegría.

Una vez terminados los conflictos bélicos, Rey decidió marcharse a Estados Unidos con su esposa para comenzar una nueva vida y pasó 30 años trabajando allí de carpintero. "La experiencia en América fue fantástica, buscaba un futuro y lo encontré. El ritmo de vida era muy diferente al que teníamos en Galicia pero viví una vida plena con las dos Isabel allí", dice, al mismo tiempo que reconoce que llegó un momento vital en el que sintió que su ciclo americano "estaba hecho" y regresaron a tierras gallegas después de jubilarse.

"Siempre me sentí muy gallego y la morriña hace que nunca te olvides de tu tierra", apunta, mientras explica que su vida actual consiste en mantener su mente activa con la lectura y cuidar de su mujer, que es lo más importante para él. "Nunca imaginé llegar a los 100, pero ahora estoy seguro de que cruzaré la meta", concluye con optimismo.