Un escueta nota publicada en el Decano en el mes de abril de 1967, hace 55 años, informaba del fallecimiento de Adolfo Gregorio Espino, que había sido alcalde de la ciudad entre 1923 y 1927. Abogado, político y periodista, llegó al cargo para llevar adelante numerosas iniciativas que se consideraban importantes en aquella época. Siempre discreto, su entierro se ajustó a sus peticiones y no hubo homenajes ni grandes actos. En su legado figuran algunas conquistas históricas. Su figura es reconocida en la ciudad con una de las calles más importantes, urbanizada y desarrollada en los últimos años. En los próximos meses será reformada.

Adolfo Gregorio Espino cursó la carrera de Derecho en la Universidad de Santiago, fue maestro en el barrio de Lavadores, miembro de la Liga de Defensores de Vigo, perito agrícola y fundó el periódico La Noche en 1915. También colaboró activamente en el desarrollo cultural de la ciudad, ya que perteneció durante un largo periodo de tiempo a la junta directiva del Ateneo de Vigo.

En el mes de diciembre de 1923 abandonó el despacho de abogados que tenía en la ciudad para ser elegido alcalde. La corporación estaba compuesta por 33 concejales, incluyendo él mismo. En la votación que se realizó en el salón de plenos municipal obtuvo 28 votos, según cuenta el Decano. Por lo tanto, accedió al cargo en sustitución de Orencio Arosa, un alcalde que se podría considerar de transición. Solo estuvo dos meses en el puesto. La crisis en el Ayuntamiento de Vigo era de grandes proporciones.

En la sesión de investidura quedaron claros los principales objetivos que debía afrontar Adolfo Gregorio Espino. Varios proyectos que necesitaban de urgentes soluciones. Uno de los más importantes era el terminar con las obras de mejora en la Lonja, un lugar que se consideraba estratégico en la economía de la ciudad. Los trabajos se prolongaban en el tiempo y parecía que nunca se acababan. Tanto, que los pescadores mostraron muchas veces si disconformidad y preocupación. Incluso Bouzas se había convertido en un puerto alternativo al vigués. Esta decisión adoptada por muchos pescadores creó una gran polémica. Se consideraba que Bouzas no podía acoger este tipo de actividades, aunque en realidad se trataba de una fuerte lucha por hacerse control de un negocio que generaba importantes beneficios.

La limpieza de las calles y cobrar los impuestos pendientes figuraban en la agenda del nuevo alcalde. Según los datos que se desvelaron en el pleno municipal, había 100.000 pesetas en recibos que no se habían podido cobrar. Era una cifra muy importante en aquella época.

Sanear la economía local era el gran desafío. Cumplió su objetivo parcialmente. Pero durante su mandato dos acontecimientos quedaron marcados para la historia. Fue capaz de comprar el Pazo de Castrelos para que fuera patrimonio de la ciudad. Tuvo que realizar un gran trabajo, incluso en Madrid para lograr ese objetivo. Las negociaciones no fueron sencillas. Según algunos historiadores, la operación se cerró por un valor superior a las 350.000 pesetas y también con otras contraprestaciones que nunca se desvelaron. El Pazo de Castrelos constituye hoy en día un icono de Vigo y un centro de referencia.

También compró la Finca del Carmen, un lugar que se destinó a construir la primera instalación deportiva pública de la ciudad. Con el paso del tiempo, ese escenario se convirtió en lo que hoy en día, con múltiples instalaciones y el pabellón de As Travesas como centro de referencia.

Adolfo Gregorio Espino fue sustituido en el cargo de alcalde el 18 de enero de 1927 por Mauro Alonso. En los cuatro años, el regidor municipal dio muestras de su sencillez y también de discreción. Falleció en Madrid. En el Decano se publicaron dos esquelas, una de ellas del Colegio de Abogados de Vigo. Varios años más tarde, el ayuntamiento decidió ponerle el nombre a una de las calles de la ciudad. Un vía que hoy en la actualidad es una de las más transitadas. Adolfo Gregorio Espino nunca quiso recibir grandes homenajes ni tampoco reconocimientos públicos.