En algunos despachos de ingeniería civil de Galicia la sola mención del proyecto de Langosteira avergüenza. Los que han recibido encargos de la Autoridad Portuaria herculina saben de las implicaciones políticas de una obra ejecutada, literalmente, contra viento y marea.Así callan lo que admiten a sus allegados: que no podría haberse elegido peor ubicación. Se justificó para servir de puerto refugio a barcos en apuros, como el Prestige, de modo que nunca se repitiese el bochornoso rumbo de un petrolero sangrando chapapote frente a la costa. Pero algunas de las obras más importantes ejecutadas durante todos estos años tenían por objeto apaciguar una dársena que sigue contagiada por la furia del mar que bate afuera. Eso sí, el ingente gasto ha logrado abultar, todavía más, el sobrecoste de la terminal.

Así actúa la naturaleza, que además de sabia, es terca. Cerca de la Costa da Morte se levantó un gigantesco dique con la ambición de crear una lámina de agua de 230 hectáreas. Para amortiguar el impacto del Atlántico se elevó 25 metros, y a los pocos meses, el océano dio su primera lección. Y trágica. Murió el primer operario de los cinco que acabarían falleciendo en estas obras. Pero de este luctuoso episodio tampoco se aprendió nada. Para sonrojo de sus promotores, las fotos de la olas rebasando el malecón inundaron internet.

No es la mejor carta de presentación para un puerto refugio. Claro que esta función desapareció hace tiempo del vocabulario de la cúpula del puerto coruñés. Su ofensiva comercial -titulada "Punta Langosteira, el futuro"- va dirigida a captar tráficos. A ser posible, de productos inexistentes en su historia portuaria, como los transportados en contenedores, mercancía general donde Vigo es líder en Galicia.

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Pero no basta con pretenderlo. Hay que convencer a las navieras con una cuestión que les obsesiona: la seguridad de sus buques. Y aún está por ver si la segunda fase del contradique de Langosteira -adjudicada en 35 millones- calmará las aguas "abrigadas". Los técnicos autores del proyecto licitado lo dudan. Prevén que incluso con esa línea quebrada de espigón, con mal tiempo, no podrá operar durante 115 días al año.

De momento, el tráfico marítimo en Langosteira es irrisorio. El pasado julio recibió 8 buques, en su mayoría graneleros, transportadores de una carga tan pesada como escaso su valor. Faltan por estrenarse los petroleros. Ocurrirá cuando Repsol concluya su traslado. Y precisamente para proteger las conducciones de crudo del rebase de las olas está en marcha la ejecución de una galería por 19,9 millones. Un gasto más y otra lección de la naturaleza.