Una operación "impecable". El embarque del LHD Adelaide construido por Navantia a bordo del Blue Marlin concluyó ayer tarde en la Ría de Vigo después de seis horas de compleja maniobra y sin sufrir más contratiempos que un ligero retraso inicial a causa del ventarrón matinal. Los participantes en el espectacular despliegue marítimo resaltaron el éxito de una misión que en buena parte atribuyeron a las excelentes condiciones de abrigo que ofrecen las aguas viguesas, esenciales para ejecutar un embarque de estas características sin que los buques sufran daños estructurales, como ocurrió en el verano de 2012 en Langosteira con el LHD Canberra. Con el gigantesco casco militar encima, el Blue Marlin, tras pasar toda la noche y esta madrugada emergiendo, se dirigirá hoy a la terminal de Trasatlánticos, donde permanecerá atracado al menos diez días más para completar los trabajos de sujeción del Adelaide a la cubierta del semisumergible, un refuerzo necesario para evitar el desplazamiento del casco durante los dos meses de viaje hasta Australia, hacia donde partirá en torno al día 20.

"Ahora sí que ya no hay vuelta atrás", confesaba el director industrial de Navantia, Esteban García, cuando sobre el mediodía de ayer los cuatro remolcadores de la Ría de Vigo partían de la Estación Marítima arrastrando el buque de asalto anfibio militar -de 230 metros de eslora- hacia la zona donde aguardaba totalmente sumergido, a excepción del puente y las torretas de popa, el Blue Marlin. Esta fase estaba prevista para las diez de la mañana, pero Dockwise, la naviera propietaria del carguero, ordenó esperar hasta que la fuerza del viento bajase de los 16 nudos. "Son muy estrictos y no quieren correr ni el mínimo riesgo", justificaban desde Navantia.

Tan pronto como el sol cobró intensidad, la Ría de Vigo ofreció su mejor estampa. Sin apenas viento ni oleaje, a las 13.00 horas arrancó la delicada maniobra de posicionamiento del Adelaide sobre la cubierta del Blue Marlin. Numerosas embarcaciones deportivas acudieron al "Fondeadero Interior"-ubicado frente a la fachada marítima de la ciudad- para seguir el desarrollo de los trabajos, aunque una patrullera de la Guardia Civil controlaba que no se aproximasen más de la cuenta a la zona de exclusión a la navegación decretada por Capitanía.

Una vez que los remolcadores consiguieron situar el buque militar enfilando su popa con la del carguero, Dockwise tomó el mando de la maniobra y su coordinación con el resto de participantes. Eran las 13.15 horas cuando por medio de un juego de cables cruzados enganchados a los costados de ambos buques, las maquinillas del Blue Marlin fueron tirando muy lentamente del casco mientras los remolcadores también empujaban. Una hora después, el Adelaide comenzaba adentrarse hacia la plataforma sumergida.

Para asegurarse de que el casco quede colocado en la posición exacta, el Blue Marlin dispone en su estribor de unos postes-guía. Son las mismas estructuras que acabaron impactadas durante la accidentada maniobra del año pasado en la dársena de Langosteira. Y juegan un papel crucial, porque si los remolcadores empujan el Adelaide hacia esos postes garantizan su asiento sobre la "cama o cuna" instalada en la cubierta del semisumergible, de 178,2 metros de largo.

Pero faltaba bastante tiempo para que la popa militar alcanzase la parte trasera del puente. A las 15.25 horas, más de la mitad del casco ya estaba encima del Blue Marlin. Por un momento, la maniobra pareció sufrir una parada, tal vez por un aumento del viento, o por la necesidad de ralentizarla todavía más para abordarla la última etapa con mayor precisión. Los minutos siguientes resultaron claves. A bordo de una lancha auxiliar, el director de operaciones de Dockwise daba instrucciones por el walkie-talkie al resto de implicados en el operativo al tiempo que supervisaba la posición del casco por la zona de estribor. A las cuatro de la tarde, las marcas rojas pintadas sobre este costado del Adelaide acabaron tapadas por los mencionados postes-guías. Era el momento que todos esperaban. Y entonces se escucharon una serie de ruidos que indicaban el encaje del casco.

A continuación, todo el peso de la maniobra recae sobre el Blue Marlin. Tan pronto como desde su lancha auxiliar le confirman la correcta posición del casco, el capitán del carguero ordena el inicio del deslastrado parcial. Potentes bombas de achique van liberando poco a poco todo el agua de los tanques inundados, y de esta manera consigue emerger. Pero en este momento debe hacerse con especial cuidado y de forma equilibrada. A las 16.40 horas, las anclas recogidas en la proa del semisumergible, hasta entonces ocultas bajo el agua, afloran a superficie. Otra vez vuelven a escucharse violentos ruidos, los de las rozaduras de una gigantesca estructura posándose sobre otra. "Es como meter un barco en un dique, solo que móvil. Por eso no es una operación portuaria normal", apuntaba el director industrial de Navantia.

Al cabo de una hora ya se podía apreciar cómo el Blue Marlin, que llegó a sumergirse hasta 23 metros de profundidad, subía a superficie con la gigantesca pieza asentada en la cubierta. Ya no eran necesarias las enormes defensas que los operarios de Ferrol habían colocado tanto en el puente como en las torretas por si el carguero balanceaba con el casco posicionado, como ocurrió en pleno verano en Langosteira. Dos de los remolcadores también soltaron amarras, y los prácticos abandonaron el semisumergible. Eran las seis de tarde y el embarque llegaba a su fin. Solo faltaba que el carguero emergiese hasta alcanzar el nivel de navegación, lo que conseguiría diez horas más tarde. A las 10.00 horas de hoy estaba previsto su atraque en la Estación Marítima.